lunes, 24 de octubre de 2011

La yeshiva secular

Hace una semana estuvimos ayudando a nuestro amigo Nir y a sus compañeros a pintar y limpiar la sede de un nuevo proyecto que es único en Israel. El país esta lleno de Yeshivas, (centros de estudios de la Tora y del Talmud dirigidos por judíos ortodoxos), pero ninguna de ellas es secular, es decir, no religiosa. En la nueva yeshiva ideada por nuestros amigos se estudiará religión, por supuesto, pero no sólo la judía sino también la cristiana, la musulmana e incluso la hindú. Es parte del espíritu de este grupo de jóvenes israelíes que creen en la paz, en la convivencia y en el mutuo conocimiento como la mejor vía para conseguir que el conflicto entre Israel y Palestina tenga solución.

Esto que a los españoles nos puede sonar como algo normal, en Jerusalem es provocador y polémico, por eso han tenido que superar muchos obstáculos para poner la yeshivá en marcha. El primero y mas grande de ellos ha sido una nueva sinagoga que se va a instalar en el piso de arriba.  Los fieles de esta sinagoga también son jóvenes, pero con una idea de la religión y de la vida en Israel bastante cerrada. Muchos de ellos fueron judíos hippies, de esos que pueblan la India después del servicio militar en busca de la espiritualidad y que cuando llegan a Israel comienzan a interesarse por la cábala, para terminar convirtiendose en judíos practicantes mas cerrados incluso que los ortodoxos.
Para esta gente, que la yeshiva se llame "secular" es un grave problema. Parece que mas o menos han conseguido convencerles de que no les van a estropear su pureza, aunque las caras de los que subían a rezar a la sinagoga hacen presagiar una difícil convivencia.

Como estan empezando y no saben como van a ir las cosas, la nueva yeshivá secular solo tendrá quince alumnos en esta primera experiencia que durará cuatro meses. Todos los alumnos son judíos excepto un sacerdote católico que esta interesado en aprender el judaísmo desde este punto de vista. Cuando terminen el único título que obtendrán será el de la experiencia y el de una mente abierta.

Nuestro amigo Nir, que es profesor de literatura, dará clases sobre la presencia de la ecología en el ámbito literario. Tanto Nir como sus compañeros de universidad, fundadores de esta yeshiva, forman parte de un programa llamado"Vacation from War",  auspiciado por una fundación alemana que pone la infraestructura para que jóvenes de diferentes países que están en conflicto se encuentren en otro lugar y tengan la oportunidad de convivir durante unas semanas. Su grupo ha participado junto a palestinos en varios de estos encuentros, y cuando les escuchas te das cuenta de que hay mucha gente en Israel que no les gusta lo que hace su gobierno con los palestinos, que sufren por lo que está pasando y que intentan buscar soluciones desde su pequeño ámbito de vida. Apoyan y defienden la independencia de Palestina, aunque siempre con matizaciones porque este conflicto es demasiado complicado como para que tenga una única solución. En primavera harán un tour junto a varios palestinos que recorrerá varias ciudades en conflicto a ambos lados del muro de Cisjordania, con encuentros organizados en cada lugar.


El local de la nueva yeshivá necesita muchos arreglos, pero tanto profesores como alumnos se están encargando de ponerlo a punto. En Israel la gente tiene un enorme sentido de la comunidad y se ayudan mucho los unos a los otros. David y yo hemos estado trabajando junto a ellos y ha sido una grata y sanísima experiencia. Según nos ha explicado Nir, los alumnos se han quedado muy impresionados de que dos españoles que no tienen nada que ver con esto hayan pasado el día ayudándoles. En realidad es un comienzo perfecto y acorde con el espíritu de este lugar que comenzará su andadura este jueves.

jueves, 20 de octubre de 2011

En el pueblo de Gilat Shalit



En este viaje que emprendimos hace mes y medio puede parecer que perseguimos las noticias, pero son ellas las que nos persiguen a nosotros. El mismo día que llegamos al Cairo hubo una gran manifestación que acabó con el asalto a la embajada de Israel. En Palestina nos sorprendió la celebración del acuerdo de canje de presos por el el soldado Gilat Shalit, y justo cuando llegamos al norte de Israel, este joven soldado que es todo un símbolo nacional regresa a su casa de Mitzpe Hila, un pueblo cerca de donde viven Amir y Sami, los amigos que nos alojan estos días.
Como la mayoría de israelíes, nuestros amigos estaban emocionados con la vuelta de Gilat y nos preguntaron si queríamos ir hasta el pueblo para ver el recibimiento.
Durante el trayecto en coche hasta Mitzpe Hila, el ayuntamiento les iba enviando mensajes a cada momento dándoles las últimas noticias respecto al paradero de G. Shalit. Cuando llegamos allí sabíamos por este servicio de sms que su helicóptero aterrizaría en media hora.
Toda la zona por la que iba a pasar el coche que llevaría a Shalit hasta su casa estaba acordonada. Había bastante gente, pero sobre todo había cientos de medios de comunicación, de cámaras, de grúas y de cabezas calientes. Los vecinos decoraron todo el pueblo con pancartas estampadas con la cara de Gilat Shalit y flores. A mí también me dieron flores para la bienvenida. Mientras las contemplaba, me asombré al pensar que hacía unos días habíamos estado en Palestina celebrando con ellos la liberación de los mil presos, y ahora estábamos con los israelíes celebrando la llegada de Shalit. No creo que muchas personas hayan podido vivir los acontecimientos desde los dos lados como lo hemos podido hacer nosotros por ser españoles.
Entre las personas que esperaban contentísimas la llegada del soldado estaban los árabes drusos del pueblo de al lado. Me contaron que los drusos son como los indígenas de Israel, porque tienen una fuerte relación con la tierra. Se llevan bien con los judíos y con todo el mundo, porque no les importa quién gobierne, sino poder seguir vinculados a la tierra que les vio nacer. Son gente muy cándida y amable.




Por la pantalla de la televisión estatal israelí vimos que los helicópteros estaban aterrizando y la gente empezó a ondear las pancartas y a gritar algo así como "bienvenido a casa".  Aproveché para preguntarle a un grupo de mujeres si eran del pueblo o de donde venían. Me dijeron  que habían llegado hacía tres días desde el sur de Israel expresamente para ver a Shalit. No estaban contentas con el intercambio del millar de presos por el soldado, pero aquí todo el mundo lo acepta como un mal necesario para tener de vuelta a uno de los suyos. La vida de un israelí para ellos es sagrada. La organización terrorista Hamas lo sabe y aquí todos creen que intentará secuestrar a otros soldados hasta conseguir que no quede ningún preso palestino en las cárceles de Israel.



A la media hora, tal y como nos habían anunciado, la comitiva de Shalit pasó despacito. Para decepción de los presentes, los cristales opacos no dejaban ver nada. No parecía importantes porque si mirabas a las caras de la gente podías ver que estaban realmente emocionados. Para ellos el regreso de Shalit es como recuperar a un hijo o a un hermano.

Cuando pasaron y reabrieron la zona, nos fuimos a casa de la madre de Amir para ver en las noticias lo mismo que habíamos visto en la calle. Retransmitieron  parte de la entrevista que le hicieron a G.S. en Egipto. La familia de nuestros amigos estaba indignada por la poca ética de la televisión egipcia al  hacerle una entrevista en semejantes condiciones, nada más salir de su cautiverio. Se le notaba exhausto e incómodo con la situación. Además la traducción que estaban haciendo de sus palabras no era correcta.
A mí me da pena del circo mediático que se está montando alrededor de esta persona. Después de cinco años secuestrado, sus condiciones psicológicas no son las mejores y deberían dejarle tranquilo hasta que se recupere y él mismo decida hablar.
Creo que se debería multar seriamente a los medios que no respeten estos principios básicos. En España ocurre lo mismo continuamente y ya ni siquiera nos escandalizamos por ello.

martes, 18 de octubre de 2011

Historias de Ramallah, Hebron y de Mitzpe Hila

  Los altos del Golán nos saludan en una mañana soleada en el pequeño pueblo de Metula, en la frontera con Líbano. Metula se mete como una península o como una uña en este país con el que mantuvieron la última guerra hace cinco años. Esta noche la pasamos en el refugio de la casa de nuestro amigo Amir. Aquí todas las casas están obligadas a tener uno. Se trata de una habitación especial, con unos muros de un grosor mínimo de 45 centímetros, con un respiradero y una puerta que recuerda a las cajas fuertes.
El sonido de los helicópteros sobrevolando la zona nos han despertado y advertido de que hoy es un día muy especial en Israel y Palestina. Esta mañana ha sido liberado Gilad Shalit, el soldado israelí que ha estado 5 años secuestrado por Hamás en la franja de Gaza. La liberación se ha podido llevar a cabo gracias a un acuerdo entre el gobierno de Netanyahu y Hamás, por el cual se van a liberar a más de mil presos palestinos que están en cárceles israelíes. Esta mañana han comenzado esas liberaciones, y por lo que hemos podido leer en los periódicos, unos cuatrocientos presos están siendo repartidos entre Gaza y West Bank. Otros serán expatriados a países como Turquía o Siria.

No hay familia en Israel que no haya rezado por la liberación de Shalit y que no haya puesto un plato más en la mesa como símbolo de su dolorosa ausencia. Tampoco hay familia en Palestina que no tenga uno de sus miembros en la cárcel o al menos un amigo muy cercano. Por tanto hay mucho que celebrar desde ambos lados.

Dentro de una hora saldremos para Mitzpe Hila, el pueblo de Shalit, el mismo lugar en el que creció Amir. Allí todo el mundo está preparando su llegada. La familia de Amir, como la de muchos otros habitantes de este pueblo, están acondicionando sus casas para acoger a los soldados que vigilarán la operación de llegada de Shalit a su hogar familiar.
Nosotros como españoles tenemos una suerte que no tienen ni palestinos ni israelíes; la de viajar de un lado a otro del país sin problema. Hace tres días regresamos de Palestina, y allí pudimos comprobar cómo están viviendo estas liberaciones en Ramallah y Hebrón.
El primer día de nuestro viaje a Cisjordania llegamos a Ramallah, donde teníamos una entrevista en las dependencias de la Cruz Roja con la directora del Consejo de prisioneros palestinos, Khalida Jarrar. Allí nos encontramos con un numeroso grupo de jóvenes que estaban en huelga de hambre en solidaridad con 20 presos políticos palestinos que llevaban unos quince días sin comer. Protestaban por su aislamiento, la imposibilidad de recibir visitas familiares y por la mejora de sus condiciones en la cárcel. En Israel hay unos seis mil presos políticos palestinos Muchos están desde hace años en detención administrativa sin saber si quiera de qué se les acusa.  Entre los jóvenes que están en huelga de hambre en Ramallah, hay varios que tienen hermanos o amigos en prisiones israelíes en condiciones lamentables.
Hasan Karajah, de 27 años, tiene una hermana de 23 en la cárcel que se llama Somoud. Está condenada a 20 años de prisión por supuestamente intentar matar a un soldado israelí. Digo "supuestamente", porque según nos relató Hasan, lo único que hizo su hermana fue defenderse con una mochila del ataque de tres gorilas que vinieron a impedirle que cumpliera su sueño: poder viajar a Jerusalem. Su resistencia a mochilazos le va a costar media vida.
Arafat Barghouty, tiene 30 años y ha pasado seis en la prisión israelí de Ofer. Su delito ha sido participar en las actividades políticas de la universidad palestina donde estudia sociología. Arafat decía que Israel quiere que sean como animales, "que sólo durmamos y comamos". La conversación con Arafat nos sobrecogió porque a pesar de las injusticias que se han cometido contra él, opina que la única solución al problema de Palestina e Israel es la coexistencia pacífica.

Después de mantener estas conversaciones, un joven cristiano copto que también tiene a dos hermanos en la cárcel por participar en una manifestación, nos llevó a ver la ciudad en su coche. Subimos junto a él y Arafat a la parte más alta de la ciudad. Desde allí se contempla Tel Aviv perfectamente. Arafat nos decía con amargura que esa ciudad que parece tan cerca, para él es como la luna; jamas podrá visitarla.


Al día siguiente salimos para Hebron. El primer día todo estaba tranquilo, e incluso pudimos pasar a la parte judía. De esta ciudad me he llevado una impresión tan profunda que no creo que jamás pueda olvidarla. Sabía que Hebron es una ciudad conflictiva porque tiene un asentamiento de 600 colonos judíos en el corazón del barrio antiguo, pero no podía imaginar las cosas que íbamos a vivir allí.
El barrio judío es como una ciudad fantasma. Los comercios están cerrados y las casas abandonadas como si sus dueños hubieran tenido que salir precipitadamente por una catástrofe. Los seiscientos fanáticos religiosos que viven allí han conseguido ahogar económicamente el mercado, y tienen amedrentada y humillada a la gente de Hebron con sus armas y su violencia. Para los judíos, Hebron es la segunda ciudad más sagrada del judaísmo después de Jerusalem, porque allí están enterrados Abraham, Sarah y otros patriarcas y matriarcas del antiguo testamento. Estas tumbas les dan suficientes argumentos para la ocupación y para esperar la llegada del Mesías con metralletas.
Las pocas casas que permanecen habitadas por árabes tienen colgados carteles como "Israel hace el apartheid a los árabes" "Los árabes estamos discriminados".  Todo lo que se puede ver en este barrio es una locura sin sentido que nos dejó profundamente tristes.

El nuestro segundo día en Hebron me desperté muy pronto porque en la calle había mucho ruido. Me asomé y pude ver a bastante gente caminando en dirección a la plaza con banderas palestinas y de Fatah. Miré en internet para ver que podía pasar y enseguida me di cuenta de que estaban celebrando el acuerdo de liberación de presos a cambio de Shalit.
Cogimos la cámara, la grabadora y nos fuimos a la calle. La plaza estaba hasta arriba de gente, incluso mujeres y niños. Lo de los niños nos llamó la atención, preguntamos y nos dijeron que les habían dado el día libre para que también fueran a celebrarlo. Entre los manifestantes había varias mujeres con fotografías de sus hijos. Me acerqué a preguntarles qué delitos habían cometido sus vástagos y ahí es cuando se me vino el mundo encima. Después de las entrevistas de Ramallah a jóvenes que habían estado en prisión por delitos que realmente no son delitos, pensaba que me iba a encontrar con respuestas similares. Pero para mi sorpresa, eran las madres de chicos que habían intentado volarse por los aires para llevarse a unos cuantos israelíes en el camino. Cuando les pregunté que sentían al respecto, afortunadamente me dijeron que no les parecía bien lo que habían hecho, pero al igual que el resto de familias, esperaban que sus hijos estuvieran en la lista de prisioneros liberados. El cuerpo se me quedó frío y la cabeza a punto de explotar, porque de repente sentí miedo. No lo había sentido hacía unos minutos cuando varios manifestantes dispararon al aire, pero entre estas mujeres tan amables que me contaban cosas tan terribles, mi fortaleza se vino abajo.
Decidimos marcharnos de allí en dirección de la ciudad vieja. Cuando llegamos vimos que todos los comercios estaban cerrados y que había mucha tensión en el ambiente. Varios jóvenes y niños palestinos estaban tirando piedras a los soldados israelíes parapetados en las garitas. Los soldados respondían con gases lacrimógenos y también con piedras, cosa que me sorprendió.



Para sentirme un poco más segura, me puse en el lado donde estaban los compañeros periodistas y los observadores internacionales de la ONU. Como les veía más o menos tranquilos, sabía que la situación estaba bajo control. Sin embargo ocurrió algo inesperado. Un grupo de soldados israelíes se adentraron en el lado árabe en un coche militar. En ese momento me faltaron piernas para salir corriendo. Sin embargo David, como estaba grabando se quedó allí a pesar de la descarga de gases que hacía irrespirable el aire. Al final sólo fue una amenaza y al momento volvieron a su territorio. Cuando el aire se hizo irrespirable, unos niños nos dieron una capa de cebolla para que me la pusiera en la nariz y en la boca. Al principio no entendía para qué, pero en cuanto me la puse, comprobé que los síntomas de picor en los ojos y en la nariz desaparecen casi automáticamente.
Cuando las cosas se calmaron, nos fuimos de allí con la impresión de que la vida aquí debe ser muy dura. Los niños nos dijeron que este tipo de enfrentamientos ocurren a menudo y que es "one shit".
Suponemos que hoy estarán de nuevo todos en las calles de palestina celebrando las liberaciones de sus
presos.
Nostros estamos en Metula con el alma dividida, entendiendo las razones de unos y otros, compartiendo sus preocupaciones y con la idea de que la solución de esta guerra es mucho más complicada de lo que pensábamos, aunque sigo creyendo que el conocimiento mutuo es el paso más importante. De una iniciativa que tiene que ver con ese necesario conocimiento del "otro" os hablaré en el próximo blog.

sábado, 15 de octubre de 2011

Un viaje de siete meses

Quiero presentarme. Nací en 1974, soy periodista y vivo habitualmente en Madrid. Estudié mi carrera con mucha ilusión, imaginando el periodismo como una gran aventura que me permitiría descubrir "al otro" desde un lugar privilegiado y me daría la posibilidad de contribuir a mejorar el mundo. Sin embargo, no me hizo falta estar trabajando demasiado tiempo para darme cuenta de la triste realidad de los tiempos en los que me ha tocado vivir.

Comencé haciendo unas cuantas denuncias pequeñas desde un periódico extremeño, como cuando la actriz Ana Belén ordenó cerrar el Teatro Romano de Mérida para ensayar su "Bella Helena", dejando a cientos de turistas que venían de lejos sin poder visitar el monumento. Aquellas personas estaban furiosas, las entrevisté, publicaron la información y al día siguiente nos amenazaron con retirar la publicidad. El director del periódico me advirtió de que tuviera cuidado, porque la "publicidad es la que nos da de comer". A la semana siguiente cuando se estrenaba otra obra y yo iba a cubrir la noticia, el director del Festival me llevó a parte y me amenazó con no volverme a dejar entrar a hacer mi trabajo. Me llevé una enorme desilusión y empecé a entender algo que he confirmado con el tiempo; es más importante el "negocio" de la información que la información misma.

Pocos años después tuve la "suerte" de entrar a trabajar en un gran medio de comunicación. Escribo "suerte" entre comillas, porque desde entonces la mayor parte del periodismo que he hecho es desde una mesa de oficina, con un ordenador, un teléfono y teletipos. Así he estado diez años, sintiéndome una traidora a mis principios, pero sin vislumbrar otras posibilidades, porque "es lo que hay". Más bien, la razón ha sido mi propia comodidad y cobardía.
Siempre soñaba con dejar el trabajo e irme por el mundo a trabajar de freelance. Hoy día es la única posibilidad que veo de intentar tener algo de libertad en un oficio que es el mejor espejo de nuestra sociedad de consumo, donde todo es de usar y tirar.

Después de años dándole vueltas, por fin me he armado de valor para darme una oportunidad.
Las cosas no han resultado tan complicadas como yo las imaginaba. He podido dejar mi trabajo por unos meses para empezar a caminar por otros senderos más auténticos y más cercanos a lo que realmente soy.
David Varela- mi compañero- y yo hemos dejado la casa donde vivíamos y nuestras cosas almacenadas en un cuartito de un sótano. Viajamos con una mochila de ropa y otra bolsa con el equipo de grabación. Sólo llevo tres pantalones, tres camisetas y unas mudas para todo este tiempo.

Para David, este es el segundo largo viaje de su vida. Hace tres años, en el 2008, pasó un año entero en la ciudad india de Benarés, grabando "Banaras Me", un documental que ha ganado varios premios y que tenido muy buen recorrido en festivales. Para mí, él ha sido un ejemplo de valentía y me ha dado la fuerza suficiente para darme cuenta de que las cosas se pueden cambiar, y que la aparente "seguridad" a la que la mayoría nos aferramos no es más que una cárcel.

En este viaje que iniciamos el 8 de septiembre con destino a El Cairo, nos hemos propuesto hacer un segundo documental. Estuvimos un mes en Egipto donde grabamos varias cosas, entre ellas la última gran manifestación en la plaza Tahrir que desembocó en el asalto de la embajada de Israel. Pero nuestro trabajo no va a ser de denuncia, sino algo más íntimo y más cercano.

Ahora nos encontramos en Israel. Las experiencias, vivencias, charlas con gente y entrevistas que hemos hecho aquí y en Palestina serán el primer capítulo con el que quiero inaugurar este blog que espero sea un foro de reflexión sobre la actualidad y sobre nosotros mismos, como seres humanos llenos de anhelos e inquietudes.