lunes, 28 de noviembre de 2011

La boda de Pakalu



David y yo nos casamos en cinco minutos, en un juzgado de Pozuelo de Alarcón, donde la concejala de turno nos leyó algunos artículos de la constitución y para que no fuera todo tan frío, nos ofreció la posibilidad de leer un poema del poeta místico Kahlil Gibran sobre el matrimonio. La boda de nuestro amigo indio Pakalu, de la casta de los barqueros de Benarés, ha durado cuatro días en los que todo ha estado cargado de significado físico y espiritual.  Gracias a haber compartido con él y los suyos estos días tan importantes para una familia india, he podido envidiar y desear que en nuestra cultura retornemos algún día a los valores más cercanos a la esencia del ser humano.
Puja, la novia
El matrimonio de Pakalu con su mujer, Puja, ha sido un “arranged married” (matrimonio arreglado) como casi todos los matrimonios en esta zona del norte de India.  Si lo valoramos desde la perspectiva occidental, esto puede parecer una barbaridad, pero cuando uno se libera de prejuicios e intenta entender sin valorar, es fácil darse cuenta de que el concepto de “pareja” tal y como nosotros lo conocemos, aquí no existe, y sí el de una red familiar que ayuda a la supervivencia en un lugar tan difícil como puede ser India.

La familia de Pakalu está formada por diez hermanos y la madre. El padre murió hace años y el hermano mayor, Yagu, asumió el papel de cabeza de familia. Yagu se caso con una japonesa y se fue a vivir a Japón, lo que rompió el esquema de familia tradicional india. Como Yagu está en Japón, Pakalu asume su rol, pero todos saben cuál es el lugar de cada uno. 
Para la madre de Pakalu, no tener ningún hijo casado con una mujer india  era casi una tragedia, porque en este país la mujer cuando se casa abandona el hogar paterno para ir a vivir a la casa del marido junto a su suegra, cuñados y cuñadas. Teniendo en cuenta que su hijo mayor no está, que sus otros 2 hijos varones son aún demasiado jóvenes y tienen tendencia a salir con extranjeras, y que las chicas algún día se irán del hogar para ir a vivir con sus maridos, si Pakalu no se casaba con una india, su futura supervivencia en la ancianidad se complicaría bastante. En India no existe la Seguridad Social ni las pensiones, así que la reverencia a los ancianos y su cuidado en las familias es fundamental, de ahí la importancia de tener cuñadas en la casa.
  
La elección de la futura novia es cosa de la madre. En el caso de Pakalu, fue una de sus hermanas la que encontró a la candidata ideal y se la presentó a  su madre para que diera el visto bueno.  En las familias más tradicionales, los novios no se conocen hasta el mismo día de la boda, pero la familia de Pakalu es algo más avanzada y el novio también ha podido dar el visto bueno antes de casarse a la que ya es su mujer. Y no sólo eso. La ha estado llamando por teléfono todos los días, con lo cual las cosas han sido mucho más fáciles para los dos porque ya se conocían un poco.
El primer día de la boda, la familia de ella vino  hasta casa de Pakalu en barca desde Ramnagar, el pueblo de la novia -que está en la otra orilla del Ganges,- con una comitiva o “barat” de músicos y familiares . Un pandit (sacerdote hindú de la casta de los brahmanes) realizó una puja (ceremonia religiosa) en la que participó el novio y el hermano de la novia. Antes de la puja las hermanas estuvieron lavándole y untándole ungüentos mientras una vecina le pintaba los pies de rojo. 

La madre le cubre con su velo y una vecina le pinta los pies

Las casas indias típicas tienen un patio en el centro. En las bodas colocan un árbol cuyas raíces están en el primer piso y cuyas ramas salen por el último simbolizando el axis mundi, o lo que es lo mismo, el eje que comunica todos los mundos, desde los más bajos a los más altos. Durante la ceremonia con el pandit, el futuro esposo da varias vueltas al árbol. A partir de este momento, el novio ya no puede salir de casa hasta la ceremonia de boda, que se celebra dos días después.
El gran día en el que Pakalu y Puja se casaron fue una maratón que a nosotros nos dejó exhaustos. Comenzó a las cuatro de la tarde, con la preparación del novio. Lo lavaron, lo untaron de nuevo, las hermanas le pusieron el traje de chaqueta y después el pandit hizo otra ceremonia en la que le colocaron un extraño sombrero. El mismo grupo de músicos llegó armando ruido con los tambores mientras los hermanos traían un caballo. Cuando el novio estuvo listo bajó a la calle y se subió al caballo junto a dos sobrinos pequeños, uno delante de él y otro detrás para protegerle. Todos seguimos a la alegre comitiva por las calles de Benarés hasta el lugar donde estaba aparcado el coche nupcial que llevaría al novio a Ramnagar, el pueblo de la futura mujer. Durante el trayecto los hermanos iban bailando al son de los tambores. Yo me uní al baile junto a las hermanas casadas, porque las que no están casadas no pueden bailar.
Aunque el novio fue en coche, nosotros fuimos al otro lado del río en barca, junto al “barat” que iba anunciando nuestro paso con los tambores. Las hermanas se quedaron en la orilla y nos despidieron con tristeza. Las mujeres de la familia del novio no pueden asistir a la boda, así que se tienen que conformar con quedarse en la casa y festejarlo por su cuenta. Me dijeron que hacen una gran fiesta paralela en la que por un día se dejan llevar y hacen “locuras” como bailar y hacer bromas entre ellas.
A la llegada a Ramnagar nos esperaba otra comitiva, en este caso un grupo de campesinos del pueblo que se pusieron luces en la cabeza para alumbrar nuestro paso mientras los hombres bailaban al son de una ruidosa música. Imagino que la tradición sería ir alumbrados por antorcha hasta la casa de la novia, pero en este intento de modernidad kitch que se da tanto en India, dos tubos fluorescentes son mucho más atractivos. 

El barat dirigiendose a casa de la novia
Después de un trayecto de unos veinte minutos llegamos a una explanada en la que habían colocado una carpa con dos tronos dorados al fondo. El novio ocupó su lugar en uno de los tronos, y después con bastante dificultad por la cantidad de cosas que llevaba encima, lo hizo la novia. Durante unos  diez minutos se quedaron los dos sentados, muy serios, sin articular palabra ni hacer un gesto, mientras todo el mundo se abalanzaba sobre ellos para hacerles fotos. Tras la sesión fotográfica, al novio le alzaron en brazos, mientras la novia le intentaba poner una girnalda de flores. Parecía que se iba a escapar, pero al final Puja consiguió echarle el lazo. Ese es el significado literal de esta parte de la ceremonia en la que ambos parecen intentar esquivar lo inevitable. 

Una vez que ambos han conseguido poner la guirnalda al otro, la novia y sus hermanas pasan una bandeja con fuego por delante de la cara del novio.
Cuando el novio ya está purificado por el fuego de la novia, los invitados pueden empezar a comer. Los novios no pueden cenar hasta que no haya terminado de hacerlo el último de los invitados. Por supuesto, como todavía no estaban casados, lo hicieron por separado. 
A las doce de la noche llegó el momento crucial.  Los novios se sientan en torno al árbol axis mundi mientras el pandit comienza a recitar en sánscrito los vedas. Durante casi cuatro horas, no paran de hacer rituales. Primero el novio tiene que subirse a un  mandala. La novia se coloca frente a él  y escuchan las palabras del pandit sin comprenderlas. Después comienzan los rituales y el intercambio de objetos. Ya casi al final, Pakalu abrazo a Puja por detrás y arrojaron al suelo juntos cientos de semillas.  Tras dar varias vueltas al árbol, unas veces él delante y otras ella, finalmente supimos que estaban casados cuando todos gritaron al unísono “Hare hare Mahadev” (alabado sea el gran Dios). Esto fue como a las cuatro de la mañana.

Puja y Pakalu vierten semillas




Pakalu sentado sobre el mandala

Aunque ya eran matrimonio, esa primera noche de casados no la pasaron juntos. La mujer se fue con las amigas y hermanas a dormir, y Pakalu pasó las dos horitas que nos dejaron dormir, con otros veinte hombres invitados. Menuda noche de bodas. Una chica japonesa y yo tuvimos que dormir también con ellos, aunque yo estaba protegida por David. 
Cuando apenas empezaba a amanecer, de nuevo todos nos pusimos en pie. Pensaba que todo se abría acabado, pero todavía nos quedaban muchas sorpresas por descubrir. Cuando llegamos al lugar donde se había celebrado la boda, vimos que habían colocado todos los regalos de la novia fuera de la casa. Una cama, almohadas, mantas, utensilios de cocina y un ventilador es todo lo que necesita una pareja de Benarés para iniciar una nueva vida en común en la casa de la familia de él. Los amigos de los novios recogieron las cosas y las llevaron hasta una barca para trasportarlas hasta la otra orilla del rio.

David y Lola frente al ajuar de los novios
A las siete de la mañana el Barat regresó con sus tambores anunciándonos que algo nuevo iba a pasar. Los novios salieron al patio y allí los hermanos les volvieron a intercambiar ofrendas. Cuando comenzábamos a desesperar pensando que aquello no terminaría nunca, de repente todo se paró, y las mujeres se pusieron tristes.  Los novios, Pakalu delante y Puja detrás, se dirigieron al coche nupcial, con paso lento. Puja iba llorando, y también lloraban las mujeres de la familia. En ese momento yo también me emocioné y fui consciente de lo que supone para una joven india el matrimonio. Puja se va a la casa de una familia casi extraña para ella dejando atrás a los suyos para siempre.  En su caso tiene suerte, porque la familia de Pakalu es encantadora, pero si no hubiera sido así, la vida de esta joven estaría sentenciada. Tras hacer un intento de irse en el coche y después volver, los novios se marcharon definitivamente a la casa de él. 

La pareja se prepara para abandonar la casa de la novia


Las mujeres de la familia y la novia lloran por la separacion

Según la costumbre y para que la novia se vaya habituando a su nueva vida de forma gradual, después de pasar la primera noche con su marido, el esposo la lleva de nuevo a su casa familiar para que pase allí la siguiente noche. Después de eso la novia vuelve a casa del marido, aunque durante las siguiente semana hará unas cuantas idas y venidas entre ambos hogares hasta que definitivamente quede instalada en la casa de su esposo. A partir de ahí le tocará hacerse con el cariño de la “Mataji” de la casa, es decir, de su suegra, para que todo vaya bien...
En India hay muchos casos de suegras que queman con ácido a sus nueras porque no se someten a su voluntad.  No es lo habitual, pero pasa. Hace unos días nos despertó una trifulca entre mujeres dentro de una casa. Ya a la tarde, en la terraza, hubo un concilio en el que una de ellas hizo de mediadora entre las partes. Al final parece que las cosas volvieron a su cauce.
A pesar de estos enfrentamientos normales derivados de la convivencia, las mujeres tienen un microcosmos dentro del hogar, y los niños se crían arropados por todas ellas, que les cuidan y dan cariño. Cuando le preguntas a una mujer india si se siente discriminada y oprimida te dirá que en absoluto. 

Prima de Puja
Árati, la mujer india de Álvaro Entrerría- el escritor del libro "La india por dentro" y  editor de Índica Books que vive en Benarés- dice que para ella la verdadera opresión es la de las mujeres occidentales. Según su visión, la mujer allí tiene libertad para salir e ir a los bares, pero luego está sola y vacía.
Sea así o no, esta experiencia me ha abierto los ojos y me ha hecho entender mejor que nunca que no se puede juzgar a los demás con la única perspectiva de nuestros valores. Si en Occidente sólo valoramos el cambio como el unico motor posible de una sociedad, en la India tradicional lo que tiene sentido es la permanencia, y gracias a eso hoy día tenemos la oportunidad de contemplar maravillados esta convivencia entre la modernidad y la antigüedad, sin estorbarse la una a la otra.

domingo, 6 de noviembre de 2011

Welcome to India




Después de cuatro años de ausencia, de nuevo el sonido de los cuervos, las bocinas de los coches, un palomo en celo que no para de hacer ruido y el calor humedo vuelven a despertarnos cada mañana recordándonos que estamos en India. 
Llegamos el dia 28 de octubre en plena celebración del Diwali, la fiesta de la luz que alumbra el comienzo de un nuevo año. Nuestro primer día en el subcontinente no podía ser mas auspicioso. La ciudad de Bombay nos saludó con fuegos artificiales y luces de colores como si estuvieramos en una extraña navidad tropical muy lejos de casa. La visión de una oveja y una cabra perdidas entre el gentío de las aceras me hizo recordar que "everything is possible in India, my friend", una frase muy repetida aquí.

Mi amiga Leonor- que lleva viviendo en Bombay desde hace tres años y medio- nos dejó su casa, aunque ella estaba de viaje de trabajo en España. Para conseguir las llaves tuvimos que ir primero al piso de Kavita, la hermana de una amiga suya. Las once de la noche es muy tarde aqui, pero nos recibieron con los brazos abiertos, unos spaguettis al estilo indio que nos supieron a gloria, un dulce típico de estas fechas que se parece al turrón y una interesante conversación sobre los matrimonios en India .

Kavita y su marido se casaron sin conocerse hace 18 años. Las familias se encargaron de arreglarlo todo y la pareja sólo se vio una vez, aunque no se les permitió hablar el uno con el otro hasta que ya eran matrimonio. Le pregunté si es duro y me dijo que mucho, aunque hasta hace poco era la forma habitual de hacerlo y nadie lo veía mal. Segun Kavita,  en las grandes ciudades como Bombay, las cosas están cambiando aceleradamente y la mayoría de los jóvenes se conocen, salen juntos y deciden ellos mismos con quién van a compartir sus vidas. Eso no quiere decir que los matrimonios sean más felices, porque el índice de divorcios se ha incrementado alarmantemente. Leonor me comentaba que en su círculo de clase media alta, prácticamente todo el mundo está separado.
En las ciudades pequeñas o en las zonas rurales ese cambio aún no se ha producido. Nosotros vamos a Benarés el proximo 19 de noviembre a la boda de Pakalú, un amigo indio de la casta de los barqueros que no conoce a su futura esposa. Su madre ha sido la encargada de buscarle una compañera, a la que él ha dado el visto bueno después de verla en una foto. No parece que este descontento con ello.

Después de la charla con Kavita y su marido nos fuimos agradecidos y satisfechos a casa por la hospitalidad con la que nos recibieron.
Al día siguiente salimos a dar un paseo por los alrededores de Prabhadevi, donde vive Leo y donde estamos viviendo nosotros esta semana . Prabhadevi está en la Bahía de Mahim, la zona más antigua de la ciudad. Aquí vivían los pescadores Koli, los primeros habitantes de Mumbai o Mumbadevi, hasta que los portugueses y después los ingleses, se hicieran con el control de la Bom Bahia (buena bahía en portugués). En aquella época, estas tierras debían ser un paraíso. Pero llegó la colonización y en poco tiempo Bombay comenzó a crecer sin planificación. Hoy día ese crecimiento incontrolado de la ciudad, la falta de infraestructuras y los problemas de la superpoblación ya no tienen remedio.
En nuestro primer paseo fuimos a la playa que está cerquita del Century Bazar. El olor a cloaca en este trocito de mar que nos ha tocado cerca de casa es solo una advertencia de lo que deben encerrar las aguas del Mar de Arabia en esta desgraciada costa. Una colosal tuberia vierte directamente al mar los residuos de los habitantes de la Bahia de Mahim, como una boca pestilente. Mientras el resto de la ciudad es un herbidero de gente, la playa esta casi vacia. Solo la basura y los grajos se atreven a posarse en su arena. También algún transeunte de las calles cercanas, aunque sólo para hacer sus necesidades.






Basta dar un paseo como éste por cualquier calle de Mumbai para darte cuenta de los terribles efectos ecológicos de la superpoblación de esta mega urbe de 18´4 millones de habitantes. La enorme masa de personas que puebla las calles, que inunda cada rincón, que come, defeca, produce basura y gases, no tiene conciencia medioambiental porque la mayoría ya tiene bastante con sobrevivir.
Un poco mas abajo de casa de mi amiga, hay una calle donde varias familias viven a lo largo de la acera. Son tan pobres que ni siquiera tienen acceso al slum. Ahí crian a sus hijos, que duermen cada día en el suelo respirando los gases de miles de tubos de escape. Al pasar al lado de ellos, vi a una señora sentada en el suelo con un niño de unos dos años en el regazo al que le estaba haciendo una cura en los ojos. El niño gritaba de dolor mientras ella le ponía un liquido amarillo que estaba dentro de una vasija metálica. Al contemplarles me pregunté con tristeza cuál será el futuro de ese niño y el de tantos otros como él. Si tiene la suerte de sobrevivir, dentro de un par de años estará mendigando y acabará sus días como los empezó: tirado en la calle como un perro.
Lo más chocante de Bombay es que los más pobres y los extremadamente ricos viven en una obscena coexistencia. En Prabhadebi está el edificio más caro de Bombay, pero las personas que lo habitan cuando se asoman a la ventana ven los slums que les rodean como un cinturón. Tal vez se ponen una venda en los ojos para no ver,  o tal vez no les importa porque las cosas son así porque deben ser así. El sistema de castas pervive en esa aceptación del destino.

El periódico "The times of India" anunciaba este martes con orgullo que en el estado indio de Uttar Pradesh había nacido el bebé con el que la tierra alcanzó los 7 mil millones de habitantes. Sin reflexión ninguna, este periódico hacía una estúpida entrevista a los padres de la criatura, que estaban muy contentos porque una ONG se ha comprometido a ocuparse de los gastos de la educación de la niña hasta que cumpla los siete años. Sólo en el párrafo final se hace mención a la respuesta que ha dado el ministro de Sanidad, Gulam Nabi Azad, cuando se le ha preguntado que planes tenía para celebrar este acontecimiento. El ministro lo ha dicho bien claro: ¿Que hay que celebrar??? Lo que celebraremos será cuando la población deje de crecer".
No quiero ser negativa, pero estar en Bombay me ha hecho preocuparme mucho más por el futuro de la humanidad y del planeta. El crecimiento económico está logrando que muchos salgan de la pobreza. Están como locos por consumir y ser más que los demás, algo que no se les puede reprochar porque en Occidente ocurre lo mismo. Desgraciadamente el mundo occidental no tiene la fuerza moral para exigirles un crecimiento sostenible porque también nos hemos desarrollado a costa del medioambiente.
Tras respirar el aire contaminado de Bombay, el martes partiremos en búsqueda del aire fresco y de los templos jainas de las montañas de Palitana, en Gujarat.