martes, 14 de febrero de 2012

Bangladesh, el país del agua

                                       

 Cruzar una frontera sigue siendo para mi una experiencia emocionante y llena de expectativas en la que mis ideas preconcebidas sobre un lugar comienzan a desvanecerse segun piso el control fronterizo.
El 25 de enero emprendíamos desde Calcuta nuestro camino hacia un nuevo país del que apenas sabíamos nada. Tras 5 horas tortuosas de autobús llegábamos a Benapole, la frontera terrestre con Bangladesh.

El control de seguridad de la parte India esta terriblemente viejo, desvencijado y sucio. Parece imposible imaginar que un lugar así es una frontera internacional. Mientras nos sellaban la salida del país en los pasaportes, me dediqué a contemplar aquel terrible lugar lleno de goteras y suciedad. La conclusión a la que llegué es que no esta así por casualidad, sino por la dejadez india y su desprecio hacia un país que consideran de "segunda".
Después de pasar por delante de varios policias que volvieron a mirarnos los documentos de arriba a abajo, salimos de allí con cierto alivio. Yo me despedi de India desde la verja, sin pena y con ganas de estrenar este nuevo territorio.

Nuestra primera experiencia en Bangladesh fue otro control de frontera. El edificio es moderno y limpio, pero los funcionarios son un auténtico desastre.  Aunque no había nadie en la cola porque éramos los únicos extranjeros, nos tuvieron esperando como media hora leyendo nuestros datos, mirando nuestras fotos una y otra vez y comprobando si la dirección que les habíamos dado en Bangladesh era correcta. En un país en el que hay poquísimos turistas, no parecía que se alegraran demasiado de nuestra presencia.

Viajar por un país que no está acostumbrado a los extranjeros es complicado y caro, porque no hay infraestructuras para mochileros con pocos recursos como nosotros. Además uno tiene que habituarse a ser observado constantemente por miles de ojos. Algunas veces parecían hasta asustados por nuestra presencia, como si acabaran de ver una criatura recién aterrizara de otro planeta.
Como seguíamos en nuestra búsqueda de baules y fakires, el primer lugar que visitamos en el país fue Khustia, la ciudad donde nació Lalon Sha, un poeta sufí que ayudo a la expansión del islam en la zona a finales del siglo XV.
En Khustia tuvimos que alojarnos en una guest house en la que nos pedían el doble de lo que nos cuesta el alojamiento en India. Sabíamos que estábamos pagando un dineral, pero no había otra opción. Aunque pagues mas dinero, eso no signifca que tengas ningun tipo de comodidad. Las sábanas siguen igualmente sucias y no hay agua caliente. Además los dueños del hotel tienen la fea costumbre de llamar a la puerta a las diez y media de la noche para pedirte que les pagues la habitación.

Aunque las cosas no habían empezado demasiado bien, poco a poco mis ojos se fueron abriendo a lo bueno y a compensar el esfuerzo que suponía estar allí. Los paisajes de Bangladesh son hermosos y todo está mucho más limpio que en la vecina India. A los cinco días ya estábamos acostumbrados a que la gente nos mirara, y empezamos sentir que- salvo algunas excepciones- la mayoría de las personas que nos fuimos encontrando en el camino eran buenas personas y con menos malicia que los resabiados indios.



Entre las cosas sorprendentes que fuimos descubriendo, la que mas nos llamó la atención al principio fueron algunas medidas medioambientales que ya querríamos en Europa. En Bangladesh está prohibido el uso de bolsas de plástico y muchos productos vienen envueltos en papel reciclado, con lo cual ves mucha menos basura en las calles y en el campo.
La mayoría de los ricksaws se mueven con energia eléctrica. En los pueblos como Khustia y Khulna, gran parte del trafico rodado son bicicletas y vehículos de este tipo, con lo cual cuando si te paras a escuchar los sonidos de la calle oyes bocinas y timbres, pero apenas escuchas motores.

Khulna es la capital del distrito donde está "Sunderbans", el manglar mas grande del mundo. Desde Khulna organizan las excursiones para conocer este maravilloso lugar donde la naturaleza vive en un delicado equilibrio. Nosotros contratamos un viaje con la Agencia Bengal Tours, una gente muy maja y bastante eficaz, algo no tan frecuente por estos pagos.
El barco a Sunderbans no salía hasta tres días después, así que nos dedicamos a conocer Khulna y alrededores. Como viene siendo habitual para nosotros en este viaje, durante el tiempo que pasamos en la ciudad nos encontramos con la noticia en vivo. Cientos de opositores a la Primera Ministra Sheik Hasina tomaron las calles y hubo un tiroteo en el que murieron tres personas. Según nos explicaron, los manifestantes pedían que se volviera al sistema de control electoral anterior a Hasina, cuando era posible nombrar una comisión extra parlamentaria para evitar el fraude en las elecciones.  Mientras ellos se manifestaban, nosotros intentábamos pasar por la calle sin llamar demasiado la atencion, pero eso en Bangladesh es imposible.
Por fin llegó el día de la excursión a Sunderbans, la tierra del tigre de Bengala. Cuando vi el barco que nos iba a llevar me acordé de "Fitzcarraldo",  la película de Werner Herzog en la que el protagonista viaja en un barco parecido recorriendo el Amazonas. Mi imaginación siempre va por delante de mí, y según nos íbamos aposentando en el mini camerino, por mi mente pasaban pasajes de "El corazon de las tinieblas" de Joseph Conrad. Deseaba que nuestro viaje fuera también un recorrido misterioso al corazón de lo desconocido.



No fue así, pero al menos este viaje nos abrió la primera puerta para descubrir la magnificiencia del país del agua. Nosotros pensábamos que el Ganges era un río enorme, pero tras conocer los ríos de Bangladesh nos hemos dado cuenta de que no es así. Por primera vez en mi vida he atravesado ríos en los que no se ve la otra orilla. Es cierto que la extraña geografia del país hace que el agua dulce se mezcle con el mar, pero aún así, son de una inmensidad impresionante.
El primer dia el barco atracó en una zona donde había uno de los puestos de guardas forestales. Normalmente los bosques son impenetrables, pero en esa zona hay menos árboles y han organizado un sendero para que los turistas puedan pasear. Lógicamente no vimos ni un animal, porque la mayoria de la gente hablaba en voz alta o a gritos. A mí no me importaba que los animales hubieran huido de allí, pero me frustraba no poder escuchar a la naturaleza.
Después del paseo decidimos que esta era la última vez que hacíamos una excursión de este tipo. Aunque tuvimos la oportunidad de ver un cocodrilo, algunos ciervos, varios pájaros exóticos y huellas de tigre, al final no merece la pena contribuir involuntariamente a destrozar un entorno maravilloso. Desde ese momento me preocupé menos por lo que puediera ver y más por conocer a fondo a algunas personas muy interesantes que iban a bordo con nosotros.
Tuvimos la suerte de coincidir con un extraordinario grupo de seres humanos que viven por y para el Char Fasson Orphanage en una zona rural cercana a Barisal.
Entre esas personas hubo dos que me dejaron muy impresionada. Una de ellas es Felicity, una mujer australiana de 68 años madre de dos hijos. Felicity conoció el orfanato en el año 2006. Los niños vivían hacinados en un pequeño edificio medio en ruinas en unas dificilísimas condiciones. Cuando su padre murió, Felicity recibió una buena herencia, y en vez de gastárselo en si misma o en sus hijos, decidió invertir el dinero en construirle un nuevo hogar a estos chicos. Le pregunté si sus hijos le habían puesto algun problema y me dijo que ellos ya tienen su vida resuelta, así que no les pregunto.
Junto a Felicity viajaba Muaddin Jahangir, el dueño de las tierras del orfanato. Jahangir es otro personaje inenarrable. Su familia tiene un montón de terrenos en el pueblo de Char Fasson, pero en vez de especular con ellos, la mayoría están cedidos a proyectos como el del orfanato o un college de mujeres musulmanas, el primero que se creó en la isla.
Ambos nos invitaron a que conociéramos el orfanato para que pudiéramos ver de primera mano como están trabajando allí. Aunque no teníamos demasiado tiempo, decidimos ir.


 Aunque no hubieramos visitado el orfanato, solo el viaje de ida merece tanto la pena como para pasarse siete horas cambiando de un transporte a otro. Autobús, barco, lancha motora, ricksaw y de nuevo autobús... Lo mejor fue el trayecto en la lancha motora. Desde Barisal hasta Bhola, el puerto de la isla donde esta Char Fasson, navegas por varios ríos, algunos inmensos, otros mas estrechos, en los que la vida de las orillas te deja con la boca abierta. Los pescadores utilizan las mismas técnicas de hace cientos de años. La forma de vida de la gente es de la Edad Media y los paisajes son bellísimos. Palmeras, lagos, casas de barro... Un paraíso para nosotros, aunque probablemente un infierno para ellos.

La llegada al orfanato me produjo un ataque de vergüenza. Los niños nos esperaban en fila dejando un pasillo en el medio para que pasaramos. Cuando bajamos del ricksaw nos aplaudieron y nos agasajaron con una cadena de papel de la que pendía un enorme corazón. Nunca me habían recibido así en ningún lado, asi que no sabía muy bien que hacer. Les dimos las gracias y fuimos a la habitación a dejar nuestras cosas. Nos tuvimos que armar de valor para salir de nuevo afuera porque nuestra llegada había producido demasiada expectación. Afortunadamente Sheraj, el encargado del orfanato, nos acompañó a que conociéramos las instalaciones antes de cenar. Dimos una vuelta por los alrededores y me quedé muy impactada cuando vi el edificio donde vivían antes los huérfanos. Ahora gracias a la inversión de Felicity tienen un lugar alegre y agradable en el que estar. Cuando terminamos el recorrido con Shiraj les propusimos a los chicos que nos acompañaran a conocer un poquito del pueblo. Un grupito vino con nosotros y pude comprobar que son jóvenes felices, aunque cuando hablan de sus situaciones personales se les nota la tristeza. La mayoría de ellos tienen una madre que no se puede hacer cargo de ellos porque son demasiado pobres. No esta bien visto que las mujeres musulmanas trabajen fuera de casa, por lo que la situación de las viudas es más que difícil.
La mañana del día en el que nos íbamos la dedicamos a conocer las tierras de cultivo que Muaddin Jahangir ha cedido para que el orfanato sea autosuficiente en cuanto a la alimentación. Aunque los tiempos vinieran duros y nadie colaborara económicamente con ellos, han diversificado tanto sus cultivos que podrían sobrevivir.



A diferencia de la mayoría de campesinos, que sólo plantan arroz y si baja el precio se quedan sin nada para vivir, en las tierras del orfanato hay plantadas coles, coliflores, Dhal (lentejas), chilly, judias, flores que dan aceite, calabazas y muchas otras cosas. También aprovechan parte del terreno para que los niños aprendan a cultivar y tengan una herramienta más para desarrollarse en la vida. Felicity compró unas cabras hace un par de años, tienen algunas vacas y pollos que dan huevos y carne. La verdad es que nos quedamos muy sorprendidos con su autosuficiencia.



Ademas de la ayuda a los huérfanos, ahora están comenzando otro proyecto con varias mujeres del pueblo. En una de las habitaciones del edificio han creado un taller de costura. Las mujeres hacen artesanías y con el dinero que ganan pueden ayudar a sus familias.
Aunque nuestra estancia en Char Fasson fue muy corta porque teníamos que coger un vuelo en Dhaka, tuvimos tiempo suficiente para saber que queremos ayudarles con lo poquito que podamos. Cuando volvamos a España pondremos una hucha en casa para que los amigos que quieran depositen alguna monedita. Al final, moneda a moneda seguro que podemos echar una mano entre todos para que el proyecto siga adelante y puedan en breve contruir un nuevo edificio para las niñas, porque de momento solo tienen niños en Char Fasson. La página web es www.charfassonchildrensfund.org.

Despues de tan malos ratos al principio de nuestro viaje en Bangladesh, de un par de intentos de motín en los barcos y de los hoteleros bordes, al final nos hemos ido mucho más contentos de lo que esperábamos y con ganas de volver. Aunque sea difícil viajar por este país, la gente y los paisajes merecen lo suficientemente la pena como para hacer el esfuerzo de superar los inconvenientes y hacer una visita a "el pais del agua".