Después de una vida de viajes y de búsqueda de libertad, de haberme dicho a mí misma en repetidas veces que no quería ser madre, que era demasiada responsabilidad y la mejor manera de cortarme las alas, la naturaleza pudo más. Ya hacía tiempo que llamaba a mi puerta y no quería escucharla, pero una tristeza me estaba embargando sin entender de dónde venía ni por qué.
Sin embargo la madre naturaleza ha sido generosa conmigo, y al primer intento, aquí está, dentro de mí, un bebé creciendo desde hace casi seis meses.
Hasta las 20 semanas todo ha ido bien, pero ahora un cuello de útero corto nos está complicando un poco las cosas.
La parte positiva.... estar de baja. Eso me permite descansar y darle un poquito más de paz al bebé.
La negativa... Comerme la cabeza. Como eso no es lo que quiero, creo que este es el mejor momento para echar mano de nuevo al manuscrito de mi abuelo Pepe. Sus andanzas me abren siempre las puertas de la imaginación, más ahora que tengo demasiado tiempo.
Hace muchos meses comencé escribiendo las primeras líneas de esas pequeñas memorias que conservamos en la familia de la vida de un hombre maravilloso del que todos los nietos nos sentimos más que orgullosos.
Aunque murió cuando yo tenía 10 años, de él guardo recuerdos muy buenos. Aunque tenía más de noventa años, su cabeza siempre estuvo perfecta, y cuando ya no pudo leer ni escribir se dedicó a pintar acuarelas en las que reflejaba aquellos paisajes dominicanos que guardaba en la memoria y también los de su Castilla, la tierra que le vio crecer. Siempre que pienso en él le recuerdo en el jardín de mi casa, sentado en una silla con las gafas en la punta de la nariz y con un lápiz en su mano temblorosa dibujando algún seto de flores. Qué paz transmitía el abuelito.
El relato que voy a transcribir es una mezcla entre el que escribió en 1952 y el que redactó después en 1984, año en que murió. Ambos por separado están incompletos, así que mi labor será la de recomponer el puzzle y darle un sentido mayor.
"Hace años que llevo pensando reflejar en el papel los recuerdos de mi vida andariega y algunos de los muchos incidentes pasados. La pereza, el haber pasado muchos años sin hacerlo, los cambios sociales y políticos, así como la situación económica han llegado a transformar mi modo de ser y de pensar. Esto ha provocado que mi primitivo carácter, audaz y activo, se haya tornado en indiferente y conformista con cuanto la vida me presenta.
Mis hijos, ya en edad de darse cuenta de lo que es la vida algunos de ellos, otros en edad infantil todavía, me piden que les cuente algo de lo que hice en mi juventud, pues saben que viajé bastante por países, donde su imaginación joven ve aventuras que tal vez la lectura de libros les hizo soñar.
Por eso, a pesar de ser hoy mi vida decadente por la edad, he pensado en realizar estas memorias, lo que es ya difícil, porque me fallan los recuerdos y mi imaginación está ya más acostumbrada a las realidades de la vida que a las distracciones literarias.
Espinoso del Rey, 23 de marzo de 1952.
"Me presento; Soy José Martínez Sánchez- Albornoz. Nací en Bilbao en 1892. Fui el quinto de los doce hijos que tuvieron mis padres, Baldomero Martínez Serrano y Teresa Sánchez-Albornoz Hurtado, ambos de familias adineradas y acomodadas. Mi padre nació en Pradoluengo (Burgos) y mi madre en Ávila.
Mi estancia en Ávila y el trato con familiares me hizo ver que era descendiente de una familia de abolengo. Mi familia era conocida en la Diputación y en las Cortes. De hecho en la ciudad todavía se conservan numerosos recuerdos de nuestros antepasados.
Mi padre era de profesión militar. Durante su vida tuvo diferentes destinos en provincias, por lo que los hermanos nacimos en diferentes regiones.
Los recuerdos de la infancia empiezan en Burgos, donde vivimos hasta el regreso de mi padre de la guerra de Filipinas, donde había ido de voluntario. En esta ciudad leonesa nacieron cuatro de mis hermanos y murió uno.
De Burgos sólo recuerdo a una maestra, Doña Raimunda, que me enseñó las primeras letras y algunas imágenes como la del "Papa Moscas", un Cristo con faldas, el Paseo del Espolón y una fuente que había cerca de la Catedral. También tengo alguna imagen de un farmacéutico amigo de mi padre llamado Barrio, en cuya farmacia gustaba yo de entretenerme haciendo travesuras. Un día me colgué de una librería y me descalabré.
Después de aquellos primeros años en Burgos y tras la recuperación de mi padre que vino con fiebre amarilla de ultramar y con el fracaso a sus espaldas por la pérdida de Filipinas, nos trasladamos a Guadalajara. Allí fue destinado al hospital como Capitán de Administración Militar.
Los soldados enfermos siempre estaban jugando conmigo. Me enzarzaba en peleas y a la corta edad de seis años aprendí a fumar. Los soldados y las enfermeras se divertían viéndome hacer trastadas.
Iba al colegio que estaba en los jardincillos y allí hice amistad con varios hijos de los amigos de mis padres. Con ellos salía a la Comercial, la Fuente de la Niña y a las Maravillas, donde echábamos a volar nuestras cometas.
Por aquel entonces mi abuelo Pedro tuvo un accidente en su finca de La Moheda. Un toro de su ganadería le tiró del caballo. El animal, asustado, salió corriendo arrastrándo a mi abuelo detrás. Del percance salió con el brazo derecho roto del que quedó mal.
El abuelo, hombre fuerte y activo, no estaba conforme con la vida de reposo que le tocó a partir de entonces, y decidió montar una fábrica de panificación en Talavera de la Reina a la que llamarían "La higiénica". Propuso como socios a mi padre, a su otro hijo Mauricio y a su cuñado Manolo.
Con este proyecto en mente, nos trasladamos toda la familia a Talavera, donde tomamos casa en la calle Mesones.
El colegio al que yo iba estaba en la calle de la Sal y todos los días al salir de él pasaba por la casa de mi abuelo, que era muy cariñoso y con el que me divertía mucho.
Las obras de la panificadora iban deprisa. Estaban preparando la inauguración cuando el abuelo se puso enfermo. Murió al poco tiempo. Era el año 1904. En el testamento dejó una parte del negocio a mi tío Mauricio y también a mi tío Victoriano, que estaba en la Argentina.
La fábrica se cerró al poco tiempo de inaugurarse. En la misma inauguración ya surgieron los problemas. Los panaderos de Talavera consiguieron emborrachar al maestro de masa y pala. La consecuencia de su borrachera fue que la primera masa de la fábrica no se pudo presentar a la venta. Parece que los panaderos de la ciudad formaron un bloque contra la fábrica. Además de esto, hubo desacuerdos entre mi padre y su cuñado, así que ante esta situación tomaron la decisión de cerrar. Al ser mi tío también militar, decidió reincorporarse al ejército. Mi padre también se reincorporaría, aunque después. En esos tiempos se quedó arreglando el testamento del abuelo, esperando la llegada de Victoriano desde Argentina. Una vez llegó con su familia, "los argentinos" se instalaron en una de las fincas del abuelo, la de Espinoso y Torrecilla a la que todos conocíamos como "La Moheda" o "Casa Tejada", dejando a su hijo mayor, Pedro, con nosotros. Pedro tenía mi edad. Era como otro hermano. Íbamos al colegio de los frailes juntos.
El siguiente destino de mi padre en el ejército fue Madrid. Allí nos instalamos en la glorieta de Bilbao. Mi primo Pedro y yo fuimos al Instituto San Isidro, en la calle San Bernardo.
En aquella época fue cuando se casó Alfonso XIII y los anarquistas le tiraron la bomba. Nosotros habíamos visto el cortejo pasar un poco antes en la Puerta del Sol.
De la glorieta de Bilbao nos trasladamos a la calle Magdalena 18 coincidiendo con el final de los estudios universitarios de mi hermano mayor, Pedro.
En este tiempo, mi hermano Pedro le había dado varios disgustos a mi padre por su mal comportamiento y por las malas compañías que frecuentaba.
Aunque de pequeño había sido un buen estudiante, desde que Pedro entró en la universidad cambió, perdiendo años por el camino. Fue su costumbre coger cosas de casa que luego empeñaba para poder continuar con sus golferías.
(...Continuará)
me encanta..............quiero más......un besito
ResponderEliminarGracias Reina, si a todos los primos y tíos les parece bien, habrá más.
EliminarBesitos!!!
Esta genial, me encanta. Esta tarde lo he estado leyendo con mi hija Carloa y he disfrutado mucho. Te seguiré. Quieres que te envie sus cuadros?
EliminarClaro que sí, Loreto... Así los añado al post en la parte en que hablo de él y su afición a pintar. Me alegro de que os guste. Me apetecía hacerlo hace mucho, pero no tenía tiempo. Estoy mezclando los dos textos para que tengamos una versión con toda la información.
EliminarBesitos a a la familia!!!
Me resulta muy interesante la historia de tu abuelo, pues es la historia de mi familia. Soy bisnieto de Victoriano Martínez, el tío de tu abuelo que vino de Argentina a principios del siglo XX y, por tanto, tataranieto de Pedro y Emeteria, como tú. Que yo recuerde, Victoriano tuvo 7 hijos: Pedro, Emeteria, Rosario, Victoriano, Teresa, Ängel y Julio Martínez Culler. Rosario era mi abuela materna, que a su vez tuvo 5 hijos: Mª Carmen, Victoriano, Charo, Teresa y Maruja (Mª Rita) Rodríguez Martínez. Yo soy hijo de Charo. Recuerdo los veranos en la finca LA MOHEDA, en los años sesenta, las fiestas de Espinoso, etc. Saludos cordiales. Emilio del Valle Rodríguez.
ResponderEliminarCarlos Martínez Herrero.
ResponderEliminarHola prima!.Me he encontrado por casualidad ,estando aburrido y por curiosear con tú maravillosa historia del abuelo.He pasado un rato estupendo .Me imagino que tú vida desde entoces será más ajetreada pero te animo a que sigas escribiendo, estoy deseando leer el segundo capítulo, el tercero,el cuarto.....Besos