martes, 18 de octubre de 2011

Historias de Ramallah, Hebron y de Mitzpe Hila

  Los altos del Golán nos saludan en una mañana soleada en el pequeño pueblo de Metula, en la frontera con Líbano. Metula se mete como una península o como una uña en este país con el que mantuvieron la última guerra hace cinco años. Esta noche la pasamos en el refugio de la casa de nuestro amigo Amir. Aquí todas las casas están obligadas a tener uno. Se trata de una habitación especial, con unos muros de un grosor mínimo de 45 centímetros, con un respiradero y una puerta que recuerda a las cajas fuertes.
El sonido de los helicópteros sobrevolando la zona nos han despertado y advertido de que hoy es un día muy especial en Israel y Palestina. Esta mañana ha sido liberado Gilad Shalit, el soldado israelí que ha estado 5 años secuestrado por Hamás en la franja de Gaza. La liberación se ha podido llevar a cabo gracias a un acuerdo entre el gobierno de Netanyahu y Hamás, por el cual se van a liberar a más de mil presos palestinos que están en cárceles israelíes. Esta mañana han comenzado esas liberaciones, y por lo que hemos podido leer en los periódicos, unos cuatrocientos presos están siendo repartidos entre Gaza y West Bank. Otros serán expatriados a países como Turquía o Siria.

No hay familia en Israel que no haya rezado por la liberación de Shalit y que no haya puesto un plato más en la mesa como símbolo de su dolorosa ausencia. Tampoco hay familia en Palestina que no tenga uno de sus miembros en la cárcel o al menos un amigo muy cercano. Por tanto hay mucho que celebrar desde ambos lados.

Dentro de una hora saldremos para Mitzpe Hila, el pueblo de Shalit, el mismo lugar en el que creció Amir. Allí todo el mundo está preparando su llegada. La familia de Amir, como la de muchos otros habitantes de este pueblo, están acondicionando sus casas para acoger a los soldados que vigilarán la operación de llegada de Shalit a su hogar familiar.
Nosotros como españoles tenemos una suerte que no tienen ni palestinos ni israelíes; la de viajar de un lado a otro del país sin problema. Hace tres días regresamos de Palestina, y allí pudimos comprobar cómo están viviendo estas liberaciones en Ramallah y Hebrón.
El primer día de nuestro viaje a Cisjordania llegamos a Ramallah, donde teníamos una entrevista en las dependencias de la Cruz Roja con la directora del Consejo de prisioneros palestinos, Khalida Jarrar. Allí nos encontramos con un numeroso grupo de jóvenes que estaban en huelga de hambre en solidaridad con 20 presos políticos palestinos que llevaban unos quince días sin comer. Protestaban por su aislamiento, la imposibilidad de recibir visitas familiares y por la mejora de sus condiciones en la cárcel. En Israel hay unos seis mil presos políticos palestinos Muchos están desde hace años en detención administrativa sin saber si quiera de qué se les acusa.  Entre los jóvenes que están en huelga de hambre en Ramallah, hay varios que tienen hermanos o amigos en prisiones israelíes en condiciones lamentables.
Hasan Karajah, de 27 años, tiene una hermana de 23 en la cárcel que se llama Somoud. Está condenada a 20 años de prisión por supuestamente intentar matar a un soldado israelí. Digo "supuestamente", porque según nos relató Hasan, lo único que hizo su hermana fue defenderse con una mochila del ataque de tres gorilas que vinieron a impedirle que cumpliera su sueño: poder viajar a Jerusalem. Su resistencia a mochilazos le va a costar media vida.
Arafat Barghouty, tiene 30 años y ha pasado seis en la prisión israelí de Ofer. Su delito ha sido participar en las actividades políticas de la universidad palestina donde estudia sociología. Arafat decía que Israel quiere que sean como animales, "que sólo durmamos y comamos". La conversación con Arafat nos sobrecogió porque a pesar de las injusticias que se han cometido contra él, opina que la única solución al problema de Palestina e Israel es la coexistencia pacífica.

Después de mantener estas conversaciones, un joven cristiano copto que también tiene a dos hermanos en la cárcel por participar en una manifestación, nos llevó a ver la ciudad en su coche. Subimos junto a él y Arafat a la parte más alta de la ciudad. Desde allí se contempla Tel Aviv perfectamente. Arafat nos decía con amargura que esa ciudad que parece tan cerca, para él es como la luna; jamas podrá visitarla.


Al día siguiente salimos para Hebron. El primer día todo estaba tranquilo, e incluso pudimos pasar a la parte judía. De esta ciudad me he llevado una impresión tan profunda que no creo que jamás pueda olvidarla. Sabía que Hebron es una ciudad conflictiva porque tiene un asentamiento de 600 colonos judíos en el corazón del barrio antiguo, pero no podía imaginar las cosas que íbamos a vivir allí.
El barrio judío es como una ciudad fantasma. Los comercios están cerrados y las casas abandonadas como si sus dueños hubieran tenido que salir precipitadamente por una catástrofe. Los seiscientos fanáticos religiosos que viven allí han conseguido ahogar económicamente el mercado, y tienen amedrentada y humillada a la gente de Hebron con sus armas y su violencia. Para los judíos, Hebron es la segunda ciudad más sagrada del judaísmo después de Jerusalem, porque allí están enterrados Abraham, Sarah y otros patriarcas y matriarcas del antiguo testamento. Estas tumbas les dan suficientes argumentos para la ocupación y para esperar la llegada del Mesías con metralletas.
Las pocas casas que permanecen habitadas por árabes tienen colgados carteles como "Israel hace el apartheid a los árabes" "Los árabes estamos discriminados".  Todo lo que se puede ver en este barrio es una locura sin sentido que nos dejó profundamente tristes.

El nuestro segundo día en Hebron me desperté muy pronto porque en la calle había mucho ruido. Me asomé y pude ver a bastante gente caminando en dirección a la plaza con banderas palestinas y de Fatah. Miré en internet para ver que podía pasar y enseguida me di cuenta de que estaban celebrando el acuerdo de liberación de presos a cambio de Shalit.
Cogimos la cámara, la grabadora y nos fuimos a la calle. La plaza estaba hasta arriba de gente, incluso mujeres y niños. Lo de los niños nos llamó la atención, preguntamos y nos dijeron que les habían dado el día libre para que también fueran a celebrarlo. Entre los manifestantes había varias mujeres con fotografías de sus hijos. Me acerqué a preguntarles qué delitos habían cometido sus vástagos y ahí es cuando se me vino el mundo encima. Después de las entrevistas de Ramallah a jóvenes que habían estado en prisión por delitos que realmente no son delitos, pensaba que me iba a encontrar con respuestas similares. Pero para mi sorpresa, eran las madres de chicos que habían intentado volarse por los aires para llevarse a unos cuantos israelíes en el camino. Cuando les pregunté que sentían al respecto, afortunadamente me dijeron que no les parecía bien lo que habían hecho, pero al igual que el resto de familias, esperaban que sus hijos estuvieran en la lista de prisioneros liberados. El cuerpo se me quedó frío y la cabeza a punto de explotar, porque de repente sentí miedo. No lo había sentido hacía unos minutos cuando varios manifestantes dispararon al aire, pero entre estas mujeres tan amables que me contaban cosas tan terribles, mi fortaleza se vino abajo.
Decidimos marcharnos de allí en dirección de la ciudad vieja. Cuando llegamos vimos que todos los comercios estaban cerrados y que había mucha tensión en el ambiente. Varios jóvenes y niños palestinos estaban tirando piedras a los soldados israelíes parapetados en las garitas. Los soldados respondían con gases lacrimógenos y también con piedras, cosa que me sorprendió.



Para sentirme un poco más segura, me puse en el lado donde estaban los compañeros periodistas y los observadores internacionales de la ONU. Como les veía más o menos tranquilos, sabía que la situación estaba bajo control. Sin embargo ocurrió algo inesperado. Un grupo de soldados israelíes se adentraron en el lado árabe en un coche militar. En ese momento me faltaron piernas para salir corriendo. Sin embargo David, como estaba grabando se quedó allí a pesar de la descarga de gases que hacía irrespirable el aire. Al final sólo fue una amenaza y al momento volvieron a su territorio. Cuando el aire se hizo irrespirable, unos niños nos dieron una capa de cebolla para que me la pusiera en la nariz y en la boca. Al principio no entendía para qué, pero en cuanto me la puse, comprobé que los síntomas de picor en los ojos y en la nariz desaparecen casi automáticamente.
Cuando las cosas se calmaron, nos fuimos de allí con la impresión de que la vida aquí debe ser muy dura. Los niños nos dijeron que este tipo de enfrentamientos ocurren a menudo y que es "one shit".
Suponemos que hoy estarán de nuevo todos en las calles de palestina celebrando las liberaciones de sus
presos.
Nostros estamos en Metula con el alma dividida, entendiendo las razones de unos y otros, compartiendo sus preocupaciones y con la idea de que la solución de esta guerra es mucho más complicada de lo que pensábamos, aunque sigo creyendo que el conocimiento mutuo es el paso más importante. De una iniciativa que tiene que ver con ese necesario conocimiento del "otro" os hablaré en el próximo blog.

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