domingo, 18 de diciembre de 2011

Semilla para el cambio


Slum en el barrio de Sigra (Banaras)

 Hace tres años conocimos a dos niñas maravillosas, Asha y Sunita, que vivían junto con otras familias bajo las ruinas de un antiguo mercado en el Main Road de Benarés. Sin las mas mínimas condiciones de higiene, las enfermedades de la piel se cebaban con ellas y con sus hermanos pequeños en cuanto llegaba el monzón. En varias ocasiones tuvimos que ir al hospital con alguno de los niños para que les recetaran algún medicamento que aliviara las erupciones y las extrañas enfermedades que aparecen en esa época del año. Siempre que pasaba esto, intentaba explicarle a la madre algunas normas de higiene para evitar más problemas, pero viviendo entre basura, los consejos que yo les pudiera dar servían de poco.

Tanto Asha como Sunita eran dos niñas muy inteligentes que habían aprendido algo de inglés en la calle, sin embargo no sabían leer ni escribir. David y yo pensamos seriamente en darles una educación e intentar que fueran a la escuela, pero necesitábamos que  alguna ONG se ocupara de ello desde Benarés mientras nosotros estábamos en España. Sin un intermediario fiable era muy difícil saber si realmente el dinero que queríamos enviarle a la familia iba a ser usado para escolarizarlas y no para otros fines.  No encontramos a las personas adecuadas y dejamos las cosas como estaban. En este nuevo viaje a la India, esa ONG que buscábamos ha venido a nosotros.


Recicladores de Sigra

Una noche de hace un par de semanas conocimos a María Bodelón, una joven española que vive en Benarés y que además de filología inglesa estudió Cooperación Internacional. Preocupada por la falta de escolarización de muchos niños que son obligados a trabajar para sus familias, decidió fundar una ONG que pusiera su granito de arena y así dar la oportunidad de estudiar al menos a algunos de ellos. Ese granito fue “Una semilla para el cambio”, el nombre de esta pequeña ONG que comenzó con 18 niños en la escuela y que dos años después ya tiene 72 niños escolarizados gracias al sistema de apadrinamiento, al ayuntamiento de La Coruña y varias organizaciones locales.

Con una cuota de18 euros al mes, los padrinos cubren las clases preparatorias, el colegio, uniforme y material escolar. Cada dos o tres meses les dan ropa de calle, dos veces por semana viene un médico y una vez al mes les llevan al dentista.


Clases preparatorias antes del colegio

María se enteró de que David es documentalista y de que habíamos presentado hacía unos días “Banaras Me” en Pandey Ghat y nos buscó para preguntarnos si podíamos echarle una mano. Necesitaba que le grabáramos algunas imágenes para mostrar en su web un nuevo proyecto llamado "Marina Silk"  enfocado a las madres de los niños. Le dijimos que sí no sólo por ayudarla, sino por conocer el trabajo de esta ONG por dentro.

Quedamos dos días después para ir a Sigra, un barrio residencial donde hay varias zonas de chabolas en las que viven recicladores de basura. La idea era grabar algunos planos del slum y a varias madres que forman parte del programa saliendo de sus casas hechas de plástico en dirección a la ONG.  En el trayecto en ricksaw María nos explicó que son 12 mujeres a las que se está enseñando a pintar pañuelos para después venderlos a través de su web. Las participantes son algunas de las madres de los niños escolarizados, que con este trabajo aprenden un oficio, normas de higiene, ganan algo de dinero y dejan de trabajar en la basura.

En el slum fuimos recibidos con alegría. Las madres nos enseñaron sus casas y a sus familias. La mayoría de ellas tienen entre cinco y siete hijos. En estas familias todos son analfabetos y todos se dedican a separar los plásticos para venderlos después. Viven entre montones de basura, sin agua corriente ni luz. Si ahora en invierno pasan frío, el monzón es mucho peor, porque sus casas se inundan y el barrio se llena de agua y fango.


Mujeres del programa "Marina Silk"

A pesar de las dificultades, estas mujeres tienen una dignidad asombrosa y una fuerza que te hace admirarlas y rendirte a ellas sin más. Las seguimos en su camino a la sede de “Semilla para el cambio” y después las grabamos pintando los pañuelos. Mientras ellas pintaban, sus hijos más pequeños jugaban en las aulas bajo los ojos atentos de otras madres que les cuidan.





María nos estuvo explicando que tanto con las madres como con los niños son muy estrictos en cuanto a la asistencia y al interés. Si fallan dos veces sin justificación, se les aparta del programa para darle la oportunidad sólo a aquellos que realmente quieren aprender. De hecho, antes de ir al colegio, los niños pasan por un periodo de varios meses en clases preparatorias. Si no hay regularidad ni progresos no son seleccionados para ir al colegio.

Después de esta visita y de ver con mis propios ojos el bien que están haciendo a tanta gente, nos decidimos a apadrinar a un niño.  Cuando se lo dije a María, me comentó que tardaría unos días en decidir quién sería, porque tienen unos 40 niños en clases preparatorias a la espera de un padrino, con lo cual había que elegir al niño/a que más esté progresando en los estudios.


Hena y compis de clase

Como estábamos en Benarés, hemos tenido la suerte de poder conocer a nuestra ahijada. Se llama Hena Shekh, tiene ocho años y es la penúltima de una familia musulmana de siete hermanos. Toda su familia se dedica a la recogida de papel y plásticos. Mientras sus hermanos trabajan en Benarés, su padre lo hace en otros pueblos, por lo que pasa varios días a la semana fuera de la “casa”. Viven en una chabola hecha a base de plásticos y la madre cocina en un hornillo de adobe con el agua que recoge cada día en una bomba pública.

En casa de la familia de Hena

Hena lleva en clases preparatorias desde agosto y a partir de abril ya podrá ir a la escuela. Aunque pueda parecer una cosa sin importancia, el hecho de saber que esta personita va a tener más oportunidades en la vida por nuestra pequeña aportación, me llena de felicidad. Si estáis interesados en saber más de esta ONG, en apadrinar o en comprar un panhuelo de seda, la página web es www.semillaparaelcambio.org.  También podéis escribirles a info@semillaparaelcambio.org.







lunes, 28 de noviembre de 2011

La boda de Pakalu



David y yo nos casamos en cinco minutos, en un juzgado de Pozuelo de Alarcón, donde la concejala de turno nos leyó algunos artículos de la constitución y para que no fuera todo tan frío, nos ofreció la posibilidad de leer un poema del poeta místico Kahlil Gibran sobre el matrimonio. La boda de nuestro amigo indio Pakalu, de la casta de los barqueros de Benarés, ha durado cuatro días en los que todo ha estado cargado de significado físico y espiritual.  Gracias a haber compartido con él y los suyos estos días tan importantes para una familia india, he podido envidiar y desear que en nuestra cultura retornemos algún día a los valores más cercanos a la esencia del ser humano.
Puja, la novia
El matrimonio de Pakalu con su mujer, Puja, ha sido un “arranged married” (matrimonio arreglado) como casi todos los matrimonios en esta zona del norte de India.  Si lo valoramos desde la perspectiva occidental, esto puede parecer una barbaridad, pero cuando uno se libera de prejuicios e intenta entender sin valorar, es fácil darse cuenta de que el concepto de “pareja” tal y como nosotros lo conocemos, aquí no existe, y sí el de una red familiar que ayuda a la supervivencia en un lugar tan difícil como puede ser India.

La familia de Pakalu está formada por diez hermanos y la madre. El padre murió hace años y el hermano mayor, Yagu, asumió el papel de cabeza de familia. Yagu se caso con una japonesa y se fue a vivir a Japón, lo que rompió el esquema de familia tradicional india. Como Yagu está en Japón, Pakalu asume su rol, pero todos saben cuál es el lugar de cada uno. 
Para la madre de Pakalu, no tener ningún hijo casado con una mujer india  era casi una tragedia, porque en este país la mujer cuando se casa abandona el hogar paterno para ir a vivir a la casa del marido junto a su suegra, cuñados y cuñadas. Teniendo en cuenta que su hijo mayor no está, que sus otros 2 hijos varones son aún demasiado jóvenes y tienen tendencia a salir con extranjeras, y que las chicas algún día se irán del hogar para ir a vivir con sus maridos, si Pakalu no se casaba con una india, su futura supervivencia en la ancianidad se complicaría bastante. En India no existe la Seguridad Social ni las pensiones, así que la reverencia a los ancianos y su cuidado en las familias es fundamental, de ahí la importancia de tener cuñadas en la casa.
  
La elección de la futura novia es cosa de la madre. En el caso de Pakalu, fue una de sus hermanas la que encontró a la candidata ideal y se la presentó a  su madre para que diera el visto bueno.  En las familias más tradicionales, los novios no se conocen hasta el mismo día de la boda, pero la familia de Pakalu es algo más avanzada y el novio también ha podido dar el visto bueno antes de casarse a la que ya es su mujer. Y no sólo eso. La ha estado llamando por teléfono todos los días, con lo cual las cosas han sido mucho más fáciles para los dos porque ya se conocían un poco.
El primer día de la boda, la familia de ella vino  hasta casa de Pakalu en barca desde Ramnagar, el pueblo de la novia -que está en la otra orilla del Ganges,- con una comitiva o “barat” de músicos y familiares . Un pandit (sacerdote hindú de la casta de los brahmanes) realizó una puja (ceremonia religiosa) en la que participó el novio y el hermano de la novia. Antes de la puja las hermanas estuvieron lavándole y untándole ungüentos mientras una vecina le pintaba los pies de rojo. 

La madre le cubre con su velo y una vecina le pinta los pies

Las casas indias típicas tienen un patio en el centro. En las bodas colocan un árbol cuyas raíces están en el primer piso y cuyas ramas salen por el último simbolizando el axis mundi, o lo que es lo mismo, el eje que comunica todos los mundos, desde los más bajos a los más altos. Durante la ceremonia con el pandit, el futuro esposo da varias vueltas al árbol. A partir de este momento, el novio ya no puede salir de casa hasta la ceremonia de boda, que se celebra dos días después.
El gran día en el que Pakalu y Puja se casaron fue una maratón que a nosotros nos dejó exhaustos. Comenzó a las cuatro de la tarde, con la preparación del novio. Lo lavaron, lo untaron de nuevo, las hermanas le pusieron el traje de chaqueta y después el pandit hizo otra ceremonia en la que le colocaron un extraño sombrero. El mismo grupo de músicos llegó armando ruido con los tambores mientras los hermanos traían un caballo. Cuando el novio estuvo listo bajó a la calle y se subió al caballo junto a dos sobrinos pequeños, uno delante de él y otro detrás para protegerle. Todos seguimos a la alegre comitiva por las calles de Benarés hasta el lugar donde estaba aparcado el coche nupcial que llevaría al novio a Ramnagar, el pueblo de la futura mujer. Durante el trayecto los hermanos iban bailando al son de los tambores. Yo me uní al baile junto a las hermanas casadas, porque las que no están casadas no pueden bailar.
Aunque el novio fue en coche, nosotros fuimos al otro lado del río en barca, junto al “barat” que iba anunciando nuestro paso con los tambores. Las hermanas se quedaron en la orilla y nos despidieron con tristeza. Las mujeres de la familia del novio no pueden asistir a la boda, así que se tienen que conformar con quedarse en la casa y festejarlo por su cuenta. Me dijeron que hacen una gran fiesta paralela en la que por un día se dejan llevar y hacen “locuras” como bailar y hacer bromas entre ellas.
A la llegada a Ramnagar nos esperaba otra comitiva, en este caso un grupo de campesinos del pueblo que se pusieron luces en la cabeza para alumbrar nuestro paso mientras los hombres bailaban al son de una ruidosa música. Imagino que la tradición sería ir alumbrados por antorcha hasta la casa de la novia, pero en este intento de modernidad kitch que se da tanto en India, dos tubos fluorescentes son mucho más atractivos. 

El barat dirigiendose a casa de la novia
Después de un trayecto de unos veinte minutos llegamos a una explanada en la que habían colocado una carpa con dos tronos dorados al fondo. El novio ocupó su lugar en uno de los tronos, y después con bastante dificultad por la cantidad de cosas que llevaba encima, lo hizo la novia. Durante unos  diez minutos se quedaron los dos sentados, muy serios, sin articular palabra ni hacer un gesto, mientras todo el mundo se abalanzaba sobre ellos para hacerles fotos. Tras la sesión fotográfica, al novio le alzaron en brazos, mientras la novia le intentaba poner una girnalda de flores. Parecía que se iba a escapar, pero al final Puja consiguió echarle el lazo. Ese es el significado literal de esta parte de la ceremonia en la que ambos parecen intentar esquivar lo inevitable. 

Una vez que ambos han conseguido poner la guirnalda al otro, la novia y sus hermanas pasan una bandeja con fuego por delante de la cara del novio.
Cuando el novio ya está purificado por el fuego de la novia, los invitados pueden empezar a comer. Los novios no pueden cenar hasta que no haya terminado de hacerlo el último de los invitados. Por supuesto, como todavía no estaban casados, lo hicieron por separado. 
A las doce de la noche llegó el momento crucial.  Los novios se sientan en torno al árbol axis mundi mientras el pandit comienza a recitar en sánscrito los vedas. Durante casi cuatro horas, no paran de hacer rituales. Primero el novio tiene que subirse a un  mandala. La novia se coloca frente a él  y escuchan las palabras del pandit sin comprenderlas. Después comienzan los rituales y el intercambio de objetos. Ya casi al final, Pakalu abrazo a Puja por detrás y arrojaron al suelo juntos cientos de semillas.  Tras dar varias vueltas al árbol, unas veces él delante y otras ella, finalmente supimos que estaban casados cuando todos gritaron al unísono “Hare hare Mahadev” (alabado sea el gran Dios). Esto fue como a las cuatro de la mañana.

Puja y Pakalu vierten semillas




Pakalu sentado sobre el mandala

Aunque ya eran matrimonio, esa primera noche de casados no la pasaron juntos. La mujer se fue con las amigas y hermanas a dormir, y Pakalu pasó las dos horitas que nos dejaron dormir, con otros veinte hombres invitados. Menuda noche de bodas. Una chica japonesa y yo tuvimos que dormir también con ellos, aunque yo estaba protegida por David. 
Cuando apenas empezaba a amanecer, de nuevo todos nos pusimos en pie. Pensaba que todo se abría acabado, pero todavía nos quedaban muchas sorpresas por descubrir. Cuando llegamos al lugar donde se había celebrado la boda, vimos que habían colocado todos los regalos de la novia fuera de la casa. Una cama, almohadas, mantas, utensilios de cocina y un ventilador es todo lo que necesita una pareja de Benarés para iniciar una nueva vida en común en la casa de la familia de él. Los amigos de los novios recogieron las cosas y las llevaron hasta una barca para trasportarlas hasta la otra orilla del rio.

David y Lola frente al ajuar de los novios
A las siete de la mañana el Barat regresó con sus tambores anunciándonos que algo nuevo iba a pasar. Los novios salieron al patio y allí los hermanos les volvieron a intercambiar ofrendas. Cuando comenzábamos a desesperar pensando que aquello no terminaría nunca, de repente todo se paró, y las mujeres se pusieron tristes.  Los novios, Pakalu delante y Puja detrás, se dirigieron al coche nupcial, con paso lento. Puja iba llorando, y también lloraban las mujeres de la familia. En ese momento yo también me emocioné y fui consciente de lo que supone para una joven india el matrimonio. Puja se va a la casa de una familia casi extraña para ella dejando atrás a los suyos para siempre.  En su caso tiene suerte, porque la familia de Pakalu es encantadora, pero si no hubiera sido así, la vida de esta joven estaría sentenciada. Tras hacer un intento de irse en el coche y después volver, los novios se marcharon definitivamente a la casa de él. 

La pareja se prepara para abandonar la casa de la novia


Las mujeres de la familia y la novia lloran por la separacion

Según la costumbre y para que la novia se vaya habituando a su nueva vida de forma gradual, después de pasar la primera noche con su marido, el esposo la lleva de nuevo a su casa familiar para que pase allí la siguiente noche. Después de eso la novia vuelve a casa del marido, aunque durante las siguiente semana hará unas cuantas idas y venidas entre ambos hogares hasta que definitivamente quede instalada en la casa de su esposo. A partir de ahí le tocará hacerse con el cariño de la “Mataji” de la casa, es decir, de su suegra, para que todo vaya bien...
En India hay muchos casos de suegras que queman con ácido a sus nueras porque no se someten a su voluntad.  No es lo habitual, pero pasa. Hace unos días nos despertó una trifulca entre mujeres dentro de una casa. Ya a la tarde, en la terraza, hubo un concilio en el que una de ellas hizo de mediadora entre las partes. Al final parece que las cosas volvieron a su cauce.
A pesar de estos enfrentamientos normales derivados de la convivencia, las mujeres tienen un microcosmos dentro del hogar, y los niños se crían arropados por todas ellas, que les cuidan y dan cariño. Cuando le preguntas a una mujer india si se siente discriminada y oprimida te dirá que en absoluto. 

Prima de Puja
Árati, la mujer india de Álvaro Entrerría- el escritor del libro "La india por dentro" y  editor de Índica Books que vive en Benarés- dice que para ella la verdadera opresión es la de las mujeres occidentales. Según su visión, la mujer allí tiene libertad para salir e ir a los bares, pero luego está sola y vacía.
Sea así o no, esta experiencia me ha abierto los ojos y me ha hecho entender mejor que nunca que no se puede juzgar a los demás con la única perspectiva de nuestros valores. Si en Occidente sólo valoramos el cambio como el unico motor posible de una sociedad, en la India tradicional lo que tiene sentido es la permanencia, y gracias a eso hoy día tenemos la oportunidad de contemplar maravillados esta convivencia entre la modernidad y la antigüedad, sin estorbarse la una a la otra.

domingo, 6 de noviembre de 2011

Welcome to India




Después de cuatro años de ausencia, de nuevo el sonido de los cuervos, las bocinas de los coches, un palomo en celo que no para de hacer ruido y el calor humedo vuelven a despertarnos cada mañana recordándonos que estamos en India. 
Llegamos el dia 28 de octubre en plena celebración del Diwali, la fiesta de la luz que alumbra el comienzo de un nuevo año. Nuestro primer día en el subcontinente no podía ser mas auspicioso. La ciudad de Bombay nos saludó con fuegos artificiales y luces de colores como si estuvieramos en una extraña navidad tropical muy lejos de casa. La visión de una oveja y una cabra perdidas entre el gentío de las aceras me hizo recordar que "everything is possible in India, my friend", una frase muy repetida aquí.

Mi amiga Leonor- que lleva viviendo en Bombay desde hace tres años y medio- nos dejó su casa, aunque ella estaba de viaje de trabajo en España. Para conseguir las llaves tuvimos que ir primero al piso de Kavita, la hermana de una amiga suya. Las once de la noche es muy tarde aqui, pero nos recibieron con los brazos abiertos, unos spaguettis al estilo indio que nos supieron a gloria, un dulce típico de estas fechas que se parece al turrón y una interesante conversación sobre los matrimonios en India .

Kavita y su marido se casaron sin conocerse hace 18 años. Las familias se encargaron de arreglarlo todo y la pareja sólo se vio una vez, aunque no se les permitió hablar el uno con el otro hasta que ya eran matrimonio. Le pregunté si es duro y me dijo que mucho, aunque hasta hace poco era la forma habitual de hacerlo y nadie lo veía mal. Segun Kavita,  en las grandes ciudades como Bombay, las cosas están cambiando aceleradamente y la mayoría de los jóvenes se conocen, salen juntos y deciden ellos mismos con quién van a compartir sus vidas. Eso no quiere decir que los matrimonios sean más felices, porque el índice de divorcios se ha incrementado alarmantemente. Leonor me comentaba que en su círculo de clase media alta, prácticamente todo el mundo está separado.
En las ciudades pequeñas o en las zonas rurales ese cambio aún no se ha producido. Nosotros vamos a Benarés el proximo 19 de noviembre a la boda de Pakalú, un amigo indio de la casta de los barqueros que no conoce a su futura esposa. Su madre ha sido la encargada de buscarle una compañera, a la que él ha dado el visto bueno después de verla en una foto. No parece que este descontento con ello.

Después de la charla con Kavita y su marido nos fuimos agradecidos y satisfechos a casa por la hospitalidad con la que nos recibieron.
Al día siguiente salimos a dar un paseo por los alrededores de Prabhadevi, donde vive Leo y donde estamos viviendo nosotros esta semana . Prabhadevi está en la Bahía de Mahim, la zona más antigua de la ciudad. Aquí vivían los pescadores Koli, los primeros habitantes de Mumbai o Mumbadevi, hasta que los portugueses y después los ingleses, se hicieran con el control de la Bom Bahia (buena bahía en portugués). En aquella época, estas tierras debían ser un paraíso. Pero llegó la colonización y en poco tiempo Bombay comenzó a crecer sin planificación. Hoy día ese crecimiento incontrolado de la ciudad, la falta de infraestructuras y los problemas de la superpoblación ya no tienen remedio.
En nuestro primer paseo fuimos a la playa que está cerquita del Century Bazar. El olor a cloaca en este trocito de mar que nos ha tocado cerca de casa es solo una advertencia de lo que deben encerrar las aguas del Mar de Arabia en esta desgraciada costa. Una colosal tuberia vierte directamente al mar los residuos de los habitantes de la Bahia de Mahim, como una boca pestilente. Mientras el resto de la ciudad es un herbidero de gente, la playa esta casi vacia. Solo la basura y los grajos se atreven a posarse en su arena. También algún transeunte de las calles cercanas, aunque sólo para hacer sus necesidades.






Basta dar un paseo como éste por cualquier calle de Mumbai para darte cuenta de los terribles efectos ecológicos de la superpoblación de esta mega urbe de 18´4 millones de habitantes. La enorme masa de personas que puebla las calles, que inunda cada rincón, que come, defeca, produce basura y gases, no tiene conciencia medioambiental porque la mayoría ya tiene bastante con sobrevivir.
Un poco mas abajo de casa de mi amiga, hay una calle donde varias familias viven a lo largo de la acera. Son tan pobres que ni siquiera tienen acceso al slum. Ahí crian a sus hijos, que duermen cada día en el suelo respirando los gases de miles de tubos de escape. Al pasar al lado de ellos, vi a una señora sentada en el suelo con un niño de unos dos años en el regazo al que le estaba haciendo una cura en los ojos. El niño gritaba de dolor mientras ella le ponía un liquido amarillo que estaba dentro de una vasija metálica. Al contemplarles me pregunté con tristeza cuál será el futuro de ese niño y el de tantos otros como él. Si tiene la suerte de sobrevivir, dentro de un par de años estará mendigando y acabará sus días como los empezó: tirado en la calle como un perro.
Lo más chocante de Bombay es que los más pobres y los extremadamente ricos viven en una obscena coexistencia. En Prabhadebi está el edificio más caro de Bombay, pero las personas que lo habitan cuando se asoman a la ventana ven los slums que les rodean como un cinturón. Tal vez se ponen una venda en los ojos para no ver,  o tal vez no les importa porque las cosas son así porque deben ser así. El sistema de castas pervive en esa aceptación del destino.

El periódico "The times of India" anunciaba este martes con orgullo que en el estado indio de Uttar Pradesh había nacido el bebé con el que la tierra alcanzó los 7 mil millones de habitantes. Sin reflexión ninguna, este periódico hacía una estúpida entrevista a los padres de la criatura, que estaban muy contentos porque una ONG se ha comprometido a ocuparse de los gastos de la educación de la niña hasta que cumpla los siete años. Sólo en el párrafo final se hace mención a la respuesta que ha dado el ministro de Sanidad, Gulam Nabi Azad, cuando se le ha preguntado que planes tenía para celebrar este acontecimiento. El ministro lo ha dicho bien claro: ¿Que hay que celebrar??? Lo que celebraremos será cuando la población deje de crecer".
No quiero ser negativa, pero estar en Bombay me ha hecho preocuparme mucho más por el futuro de la humanidad y del planeta. El crecimiento económico está logrando que muchos salgan de la pobreza. Están como locos por consumir y ser más que los demás, algo que no se les puede reprochar porque en Occidente ocurre lo mismo. Desgraciadamente el mundo occidental no tiene la fuerza moral para exigirles un crecimiento sostenible porque también nos hemos desarrollado a costa del medioambiente.
Tras respirar el aire contaminado de Bombay, el martes partiremos en búsqueda del aire fresco y de los templos jainas de las montañas de Palitana, en Gujarat. 

lunes, 24 de octubre de 2011

La yeshiva secular

Hace una semana estuvimos ayudando a nuestro amigo Nir y a sus compañeros a pintar y limpiar la sede de un nuevo proyecto que es único en Israel. El país esta lleno de Yeshivas, (centros de estudios de la Tora y del Talmud dirigidos por judíos ortodoxos), pero ninguna de ellas es secular, es decir, no religiosa. En la nueva yeshiva ideada por nuestros amigos se estudiará religión, por supuesto, pero no sólo la judía sino también la cristiana, la musulmana e incluso la hindú. Es parte del espíritu de este grupo de jóvenes israelíes que creen en la paz, en la convivencia y en el mutuo conocimiento como la mejor vía para conseguir que el conflicto entre Israel y Palestina tenga solución.

Esto que a los españoles nos puede sonar como algo normal, en Jerusalem es provocador y polémico, por eso han tenido que superar muchos obstáculos para poner la yeshivá en marcha. El primero y mas grande de ellos ha sido una nueva sinagoga que se va a instalar en el piso de arriba.  Los fieles de esta sinagoga también son jóvenes, pero con una idea de la religión y de la vida en Israel bastante cerrada. Muchos de ellos fueron judíos hippies, de esos que pueblan la India después del servicio militar en busca de la espiritualidad y que cuando llegan a Israel comienzan a interesarse por la cábala, para terminar convirtiendose en judíos practicantes mas cerrados incluso que los ortodoxos.
Para esta gente, que la yeshiva se llame "secular" es un grave problema. Parece que mas o menos han conseguido convencerles de que no les van a estropear su pureza, aunque las caras de los que subían a rezar a la sinagoga hacen presagiar una difícil convivencia.

Como estan empezando y no saben como van a ir las cosas, la nueva yeshivá secular solo tendrá quince alumnos en esta primera experiencia que durará cuatro meses. Todos los alumnos son judíos excepto un sacerdote católico que esta interesado en aprender el judaísmo desde este punto de vista. Cuando terminen el único título que obtendrán será el de la experiencia y el de una mente abierta.

Nuestro amigo Nir, que es profesor de literatura, dará clases sobre la presencia de la ecología en el ámbito literario. Tanto Nir como sus compañeros de universidad, fundadores de esta yeshiva, forman parte de un programa llamado"Vacation from War",  auspiciado por una fundación alemana que pone la infraestructura para que jóvenes de diferentes países que están en conflicto se encuentren en otro lugar y tengan la oportunidad de convivir durante unas semanas. Su grupo ha participado junto a palestinos en varios de estos encuentros, y cuando les escuchas te das cuenta de que hay mucha gente en Israel que no les gusta lo que hace su gobierno con los palestinos, que sufren por lo que está pasando y que intentan buscar soluciones desde su pequeño ámbito de vida. Apoyan y defienden la independencia de Palestina, aunque siempre con matizaciones porque este conflicto es demasiado complicado como para que tenga una única solución. En primavera harán un tour junto a varios palestinos que recorrerá varias ciudades en conflicto a ambos lados del muro de Cisjordania, con encuentros organizados en cada lugar.


El local de la nueva yeshivá necesita muchos arreglos, pero tanto profesores como alumnos se están encargando de ponerlo a punto. En Israel la gente tiene un enorme sentido de la comunidad y se ayudan mucho los unos a los otros. David y yo hemos estado trabajando junto a ellos y ha sido una grata y sanísima experiencia. Según nos ha explicado Nir, los alumnos se han quedado muy impresionados de que dos españoles que no tienen nada que ver con esto hayan pasado el día ayudándoles. En realidad es un comienzo perfecto y acorde con el espíritu de este lugar que comenzará su andadura este jueves.

jueves, 20 de octubre de 2011

En el pueblo de Gilat Shalit



En este viaje que emprendimos hace mes y medio puede parecer que perseguimos las noticias, pero son ellas las que nos persiguen a nosotros. El mismo día que llegamos al Cairo hubo una gran manifestación que acabó con el asalto a la embajada de Israel. En Palestina nos sorprendió la celebración del acuerdo de canje de presos por el el soldado Gilat Shalit, y justo cuando llegamos al norte de Israel, este joven soldado que es todo un símbolo nacional regresa a su casa de Mitzpe Hila, un pueblo cerca de donde viven Amir y Sami, los amigos que nos alojan estos días.
Como la mayoría de israelíes, nuestros amigos estaban emocionados con la vuelta de Gilat y nos preguntaron si queríamos ir hasta el pueblo para ver el recibimiento.
Durante el trayecto en coche hasta Mitzpe Hila, el ayuntamiento les iba enviando mensajes a cada momento dándoles las últimas noticias respecto al paradero de G. Shalit. Cuando llegamos allí sabíamos por este servicio de sms que su helicóptero aterrizaría en media hora.
Toda la zona por la que iba a pasar el coche que llevaría a Shalit hasta su casa estaba acordonada. Había bastante gente, pero sobre todo había cientos de medios de comunicación, de cámaras, de grúas y de cabezas calientes. Los vecinos decoraron todo el pueblo con pancartas estampadas con la cara de Gilat Shalit y flores. A mí también me dieron flores para la bienvenida. Mientras las contemplaba, me asombré al pensar que hacía unos días habíamos estado en Palestina celebrando con ellos la liberación de los mil presos, y ahora estábamos con los israelíes celebrando la llegada de Shalit. No creo que muchas personas hayan podido vivir los acontecimientos desde los dos lados como lo hemos podido hacer nosotros por ser españoles.
Entre las personas que esperaban contentísimas la llegada del soldado estaban los árabes drusos del pueblo de al lado. Me contaron que los drusos son como los indígenas de Israel, porque tienen una fuerte relación con la tierra. Se llevan bien con los judíos y con todo el mundo, porque no les importa quién gobierne, sino poder seguir vinculados a la tierra que les vio nacer. Son gente muy cándida y amable.




Por la pantalla de la televisión estatal israelí vimos que los helicópteros estaban aterrizando y la gente empezó a ondear las pancartas y a gritar algo así como "bienvenido a casa".  Aproveché para preguntarle a un grupo de mujeres si eran del pueblo o de donde venían. Me dijeron  que habían llegado hacía tres días desde el sur de Israel expresamente para ver a Shalit. No estaban contentas con el intercambio del millar de presos por el soldado, pero aquí todo el mundo lo acepta como un mal necesario para tener de vuelta a uno de los suyos. La vida de un israelí para ellos es sagrada. La organización terrorista Hamas lo sabe y aquí todos creen que intentará secuestrar a otros soldados hasta conseguir que no quede ningún preso palestino en las cárceles de Israel.



A la media hora, tal y como nos habían anunciado, la comitiva de Shalit pasó despacito. Para decepción de los presentes, los cristales opacos no dejaban ver nada. No parecía importantes porque si mirabas a las caras de la gente podías ver que estaban realmente emocionados. Para ellos el regreso de Shalit es como recuperar a un hijo o a un hermano.

Cuando pasaron y reabrieron la zona, nos fuimos a casa de la madre de Amir para ver en las noticias lo mismo que habíamos visto en la calle. Retransmitieron  parte de la entrevista que le hicieron a G.S. en Egipto. La familia de nuestros amigos estaba indignada por la poca ética de la televisión egipcia al  hacerle una entrevista en semejantes condiciones, nada más salir de su cautiverio. Se le notaba exhausto e incómodo con la situación. Además la traducción que estaban haciendo de sus palabras no era correcta.
A mí me da pena del circo mediático que se está montando alrededor de esta persona. Después de cinco años secuestrado, sus condiciones psicológicas no son las mejores y deberían dejarle tranquilo hasta que se recupere y él mismo decida hablar.
Creo que se debería multar seriamente a los medios que no respeten estos principios básicos. En España ocurre lo mismo continuamente y ya ni siquiera nos escandalizamos por ello.

martes, 18 de octubre de 2011

Historias de Ramallah, Hebron y de Mitzpe Hila

  Los altos del Golán nos saludan en una mañana soleada en el pequeño pueblo de Metula, en la frontera con Líbano. Metula se mete como una península o como una uña en este país con el que mantuvieron la última guerra hace cinco años. Esta noche la pasamos en el refugio de la casa de nuestro amigo Amir. Aquí todas las casas están obligadas a tener uno. Se trata de una habitación especial, con unos muros de un grosor mínimo de 45 centímetros, con un respiradero y una puerta que recuerda a las cajas fuertes.
El sonido de los helicópteros sobrevolando la zona nos han despertado y advertido de que hoy es un día muy especial en Israel y Palestina. Esta mañana ha sido liberado Gilad Shalit, el soldado israelí que ha estado 5 años secuestrado por Hamás en la franja de Gaza. La liberación se ha podido llevar a cabo gracias a un acuerdo entre el gobierno de Netanyahu y Hamás, por el cual se van a liberar a más de mil presos palestinos que están en cárceles israelíes. Esta mañana han comenzado esas liberaciones, y por lo que hemos podido leer en los periódicos, unos cuatrocientos presos están siendo repartidos entre Gaza y West Bank. Otros serán expatriados a países como Turquía o Siria.

No hay familia en Israel que no haya rezado por la liberación de Shalit y que no haya puesto un plato más en la mesa como símbolo de su dolorosa ausencia. Tampoco hay familia en Palestina que no tenga uno de sus miembros en la cárcel o al menos un amigo muy cercano. Por tanto hay mucho que celebrar desde ambos lados.

Dentro de una hora saldremos para Mitzpe Hila, el pueblo de Shalit, el mismo lugar en el que creció Amir. Allí todo el mundo está preparando su llegada. La familia de Amir, como la de muchos otros habitantes de este pueblo, están acondicionando sus casas para acoger a los soldados que vigilarán la operación de llegada de Shalit a su hogar familiar.
Nosotros como españoles tenemos una suerte que no tienen ni palestinos ni israelíes; la de viajar de un lado a otro del país sin problema. Hace tres días regresamos de Palestina, y allí pudimos comprobar cómo están viviendo estas liberaciones en Ramallah y Hebrón.
El primer día de nuestro viaje a Cisjordania llegamos a Ramallah, donde teníamos una entrevista en las dependencias de la Cruz Roja con la directora del Consejo de prisioneros palestinos, Khalida Jarrar. Allí nos encontramos con un numeroso grupo de jóvenes que estaban en huelga de hambre en solidaridad con 20 presos políticos palestinos que llevaban unos quince días sin comer. Protestaban por su aislamiento, la imposibilidad de recibir visitas familiares y por la mejora de sus condiciones en la cárcel. En Israel hay unos seis mil presos políticos palestinos Muchos están desde hace años en detención administrativa sin saber si quiera de qué se les acusa.  Entre los jóvenes que están en huelga de hambre en Ramallah, hay varios que tienen hermanos o amigos en prisiones israelíes en condiciones lamentables.
Hasan Karajah, de 27 años, tiene una hermana de 23 en la cárcel que se llama Somoud. Está condenada a 20 años de prisión por supuestamente intentar matar a un soldado israelí. Digo "supuestamente", porque según nos relató Hasan, lo único que hizo su hermana fue defenderse con una mochila del ataque de tres gorilas que vinieron a impedirle que cumpliera su sueño: poder viajar a Jerusalem. Su resistencia a mochilazos le va a costar media vida.
Arafat Barghouty, tiene 30 años y ha pasado seis en la prisión israelí de Ofer. Su delito ha sido participar en las actividades políticas de la universidad palestina donde estudia sociología. Arafat decía que Israel quiere que sean como animales, "que sólo durmamos y comamos". La conversación con Arafat nos sobrecogió porque a pesar de las injusticias que se han cometido contra él, opina que la única solución al problema de Palestina e Israel es la coexistencia pacífica.

Después de mantener estas conversaciones, un joven cristiano copto que también tiene a dos hermanos en la cárcel por participar en una manifestación, nos llevó a ver la ciudad en su coche. Subimos junto a él y Arafat a la parte más alta de la ciudad. Desde allí se contempla Tel Aviv perfectamente. Arafat nos decía con amargura que esa ciudad que parece tan cerca, para él es como la luna; jamas podrá visitarla.


Al día siguiente salimos para Hebron. El primer día todo estaba tranquilo, e incluso pudimos pasar a la parte judía. De esta ciudad me he llevado una impresión tan profunda que no creo que jamás pueda olvidarla. Sabía que Hebron es una ciudad conflictiva porque tiene un asentamiento de 600 colonos judíos en el corazón del barrio antiguo, pero no podía imaginar las cosas que íbamos a vivir allí.
El barrio judío es como una ciudad fantasma. Los comercios están cerrados y las casas abandonadas como si sus dueños hubieran tenido que salir precipitadamente por una catástrofe. Los seiscientos fanáticos religiosos que viven allí han conseguido ahogar económicamente el mercado, y tienen amedrentada y humillada a la gente de Hebron con sus armas y su violencia. Para los judíos, Hebron es la segunda ciudad más sagrada del judaísmo después de Jerusalem, porque allí están enterrados Abraham, Sarah y otros patriarcas y matriarcas del antiguo testamento. Estas tumbas les dan suficientes argumentos para la ocupación y para esperar la llegada del Mesías con metralletas.
Las pocas casas que permanecen habitadas por árabes tienen colgados carteles como "Israel hace el apartheid a los árabes" "Los árabes estamos discriminados".  Todo lo que se puede ver en este barrio es una locura sin sentido que nos dejó profundamente tristes.

El nuestro segundo día en Hebron me desperté muy pronto porque en la calle había mucho ruido. Me asomé y pude ver a bastante gente caminando en dirección a la plaza con banderas palestinas y de Fatah. Miré en internet para ver que podía pasar y enseguida me di cuenta de que estaban celebrando el acuerdo de liberación de presos a cambio de Shalit.
Cogimos la cámara, la grabadora y nos fuimos a la calle. La plaza estaba hasta arriba de gente, incluso mujeres y niños. Lo de los niños nos llamó la atención, preguntamos y nos dijeron que les habían dado el día libre para que también fueran a celebrarlo. Entre los manifestantes había varias mujeres con fotografías de sus hijos. Me acerqué a preguntarles qué delitos habían cometido sus vástagos y ahí es cuando se me vino el mundo encima. Después de las entrevistas de Ramallah a jóvenes que habían estado en prisión por delitos que realmente no son delitos, pensaba que me iba a encontrar con respuestas similares. Pero para mi sorpresa, eran las madres de chicos que habían intentado volarse por los aires para llevarse a unos cuantos israelíes en el camino. Cuando les pregunté que sentían al respecto, afortunadamente me dijeron que no les parecía bien lo que habían hecho, pero al igual que el resto de familias, esperaban que sus hijos estuvieran en la lista de prisioneros liberados. El cuerpo se me quedó frío y la cabeza a punto de explotar, porque de repente sentí miedo. No lo había sentido hacía unos minutos cuando varios manifestantes dispararon al aire, pero entre estas mujeres tan amables que me contaban cosas tan terribles, mi fortaleza se vino abajo.
Decidimos marcharnos de allí en dirección de la ciudad vieja. Cuando llegamos vimos que todos los comercios estaban cerrados y que había mucha tensión en el ambiente. Varios jóvenes y niños palestinos estaban tirando piedras a los soldados israelíes parapetados en las garitas. Los soldados respondían con gases lacrimógenos y también con piedras, cosa que me sorprendió.



Para sentirme un poco más segura, me puse en el lado donde estaban los compañeros periodistas y los observadores internacionales de la ONU. Como les veía más o menos tranquilos, sabía que la situación estaba bajo control. Sin embargo ocurrió algo inesperado. Un grupo de soldados israelíes se adentraron en el lado árabe en un coche militar. En ese momento me faltaron piernas para salir corriendo. Sin embargo David, como estaba grabando se quedó allí a pesar de la descarga de gases que hacía irrespirable el aire. Al final sólo fue una amenaza y al momento volvieron a su territorio. Cuando el aire se hizo irrespirable, unos niños nos dieron una capa de cebolla para que me la pusiera en la nariz y en la boca. Al principio no entendía para qué, pero en cuanto me la puse, comprobé que los síntomas de picor en los ojos y en la nariz desaparecen casi automáticamente.
Cuando las cosas se calmaron, nos fuimos de allí con la impresión de que la vida aquí debe ser muy dura. Los niños nos dijeron que este tipo de enfrentamientos ocurren a menudo y que es "one shit".
Suponemos que hoy estarán de nuevo todos en las calles de palestina celebrando las liberaciones de sus
presos.
Nostros estamos en Metula con el alma dividida, entendiendo las razones de unos y otros, compartiendo sus preocupaciones y con la idea de que la solución de esta guerra es mucho más complicada de lo que pensábamos, aunque sigo creyendo que el conocimiento mutuo es el paso más importante. De una iniciativa que tiene que ver con ese necesario conocimiento del "otro" os hablaré en el próximo blog.

sábado, 15 de octubre de 2011

Un viaje de siete meses

Quiero presentarme. Nací en 1974, soy periodista y vivo habitualmente en Madrid. Estudié mi carrera con mucha ilusión, imaginando el periodismo como una gran aventura que me permitiría descubrir "al otro" desde un lugar privilegiado y me daría la posibilidad de contribuir a mejorar el mundo. Sin embargo, no me hizo falta estar trabajando demasiado tiempo para darme cuenta de la triste realidad de los tiempos en los que me ha tocado vivir.

Comencé haciendo unas cuantas denuncias pequeñas desde un periódico extremeño, como cuando la actriz Ana Belén ordenó cerrar el Teatro Romano de Mérida para ensayar su "Bella Helena", dejando a cientos de turistas que venían de lejos sin poder visitar el monumento. Aquellas personas estaban furiosas, las entrevisté, publicaron la información y al día siguiente nos amenazaron con retirar la publicidad. El director del periódico me advirtió de que tuviera cuidado, porque la "publicidad es la que nos da de comer". A la semana siguiente cuando se estrenaba otra obra y yo iba a cubrir la noticia, el director del Festival me llevó a parte y me amenazó con no volverme a dejar entrar a hacer mi trabajo. Me llevé una enorme desilusión y empecé a entender algo que he confirmado con el tiempo; es más importante el "negocio" de la información que la información misma.

Pocos años después tuve la "suerte" de entrar a trabajar en un gran medio de comunicación. Escribo "suerte" entre comillas, porque desde entonces la mayor parte del periodismo que he hecho es desde una mesa de oficina, con un ordenador, un teléfono y teletipos. Así he estado diez años, sintiéndome una traidora a mis principios, pero sin vislumbrar otras posibilidades, porque "es lo que hay". Más bien, la razón ha sido mi propia comodidad y cobardía.
Siempre soñaba con dejar el trabajo e irme por el mundo a trabajar de freelance. Hoy día es la única posibilidad que veo de intentar tener algo de libertad en un oficio que es el mejor espejo de nuestra sociedad de consumo, donde todo es de usar y tirar.

Después de años dándole vueltas, por fin me he armado de valor para darme una oportunidad.
Las cosas no han resultado tan complicadas como yo las imaginaba. He podido dejar mi trabajo por unos meses para empezar a caminar por otros senderos más auténticos y más cercanos a lo que realmente soy.
David Varela- mi compañero- y yo hemos dejado la casa donde vivíamos y nuestras cosas almacenadas en un cuartito de un sótano. Viajamos con una mochila de ropa y otra bolsa con el equipo de grabación. Sólo llevo tres pantalones, tres camisetas y unas mudas para todo este tiempo.

Para David, este es el segundo largo viaje de su vida. Hace tres años, en el 2008, pasó un año entero en la ciudad india de Benarés, grabando "Banaras Me", un documental que ha ganado varios premios y que tenido muy buen recorrido en festivales. Para mí, él ha sido un ejemplo de valentía y me ha dado la fuerza suficiente para darme cuenta de que las cosas se pueden cambiar, y que la aparente "seguridad" a la que la mayoría nos aferramos no es más que una cárcel.

En este viaje que iniciamos el 8 de septiembre con destino a El Cairo, nos hemos propuesto hacer un segundo documental. Estuvimos un mes en Egipto donde grabamos varias cosas, entre ellas la última gran manifestación en la plaza Tahrir que desembocó en el asalto de la embajada de Israel. Pero nuestro trabajo no va a ser de denuncia, sino algo más íntimo y más cercano.

Ahora nos encontramos en Israel. Las experiencias, vivencias, charlas con gente y entrevistas que hemos hecho aquí y en Palestina serán el primer capítulo con el que quiero inaugurar este blog que espero sea un foro de reflexión sobre la actualidad y sobre nosotros mismos, como seres humanos llenos de anhelos e inquietudes.